Parte II: ¡Entre el Estereotipo y la Realidad Masculina!
Otras historias
Nuevas verdades
Personalmente, creo que las segundas partes requieren un trato especial. No es que no puedan ser buenas como la primera, pero deben abordarse con cautela. Si la primera parte fue un éxito, la vara queda alta; y si no lo fue tanto, el desafío es aún mayor. En este caso, hay muchas más historias por contar, y siento una enorme responsabilidad por la confianza que me han brindado quienes compartieron sus relatos, así como por aquellos que me leen y han confiado en mí. Por eso, decidí continuar con la segunda parte del post: ¡Entre el estereotipo y la realidad masculina!
Al igual que las mujeres, quienes tenemos narrativas infinitas, créanme que, para mi sorpresa, los hombres también tienen mucho que decir, aunque a menudo sin ningún tipo de eco. Ya nos quedó claro que, emocionalmente, no son tan básicos, sobre todo cuando ellos son las víctimas. En esta ocasión, he recibido historias de primera mano. De hecho, me he basado en entrevistas con los propios protagonistas, lo cual, para esta aprendiz de escritora, es una experiencia nueva. (No me considero escritora aún y no sé cuándo lo haré; más bien me veo como una contadora de historias. Este pasatiempo, sin embargo, tiene su propio nombre. Poco a poco, sana partes rotas de mí, y espero que también sirva a quienes me leen).
Violencia en todas sus formas: un problema que nos toca a todos y que, por lo general, termina en tragedia.
Hace unas semanas ocurrió un caso que nos conmocionó a la mayoría en redes sociales y a la comunidad en general. “Un policía le dispara su esposa, que se encontraba en un motel con su amante”. Tan tajante como fue ese titular, lo ha sido la reacción de la sociedad, que se ha especializado en emitir juicios apresuradamente y en buscar teorías que justifiquen lo que es imposible de justificar. Es increíble como los celos obsesivos y la traición son un coctel explosivo y pueden nublar la razón de cualquier persona. Muchas veces no somos conscientes de que nuestras decisiones tienen consecuencias directas sobre las vidas de los demás.
Más allá de lo que cada quien pueda creer, hay varios puntos de vista a considerar. Aclaro que nada justifica este tipo de violencia. Sin embargo, este hecho, aparte del sensacionalismo que lo rodea, deja al descubierto una masculinidad frágil y mal gestionada, la infidelidad de una mujer que vulneró la confianza, el poco respeto por la vida del otro, un estado emocional que desconocemos, y, en última instancia, varias familias destruidas.
El trágico final es de conocimiento público: el policía le disparó a su esposa (legalmente aún estaban casados; no hago referencia a que ella fuese su propiedad por el hecho del vínculo matrimonial) y a su acompañante en el parqueadero del motel, y posteriormente se quitó la vida. Todo esto de forma lamentable con una total y desmedida banalización de la situación.
Tengo claro que, en lugar de profundizar en las razones por las que alguien llega a cometer un acto así, deberíamos preguntarnos por qué seguimos normalizando conductas que priorizan la venganza sobre el respeto a la vida en el contexto de una relación de pareja. Pero también deberíamos reflexionar sobre la importancia de ser honestos, leales y sinceros cuando ya no queremos estar con la otra persona. Sin embargo, desde que sucedió cuestiono en mi cabeza una y otra vez las razones del policía. Al igual que muchos no estoy de acuerdo con el ataque, ni tampoco que él se quitara la vida. Cuando una relación termina, es lógico que sufra quien amó con más intensidad, en este caso, quien fue engañado. No obstante, la vida debe continuar a como dé lugar, porque no hay amor ni dolor tan grandes que justifiquen arrebatarle la vida a otra persona y, mucho menos quitarse la propia.
Tal vez el policía, cegado por el dolor, dejó a un lado su racionalidad, su buen juicio y carácter ejemplar que muchos le conocían al ser testigo de la consumación física del engaño por parte de su amada. Insisto, no lo justifico, pero algo en mi interior busca comprender el profundo daño emocional que pudo estar sufriendo; un dolor que no supo gestionar, llevándolo a actuar de esa manera, en lugar de darse cuenta de que se estaba liberando de alguien que no lo valoraba ni lo amaba. ¿Quién inventó esa mentira de que quedarnos donde no nos aman es luchar por la relación? ¿O que dejar ir es perder?
Deberíamos ser prácticos cuando ya no nos aman; deberíamos marcharnos, no por orgullo o dignidad, sino por el respeto que nos debemos a nosotros mismos (suena fácil decirlo, ¿cierto?). Pero, a veces, ese supuesto amor desmedido toca nuestro ego, nos hace creer que no seremos funcionales sin esa persona, porque “no cabe duda que es verdad que la costumbre, es más fuerte que el amor” como dice una canción, y caemos en la negación al no aceptar que, simplemente, no fuimos los elegidos. No vemos que, en realidad Dios, la vida o el universo, (como cada uno prefiere llamarle a esa entidad superior que nos guía) nos está liberando de un mal ser humano o, quizás, de alguien confundido que no sabe amar ni tampoco tiene responsabilidad afectiva, dándonos así la oportunidad de crecer y encontrar una mejor versión de nosotros mismos. Eso es, al menos, lo que yo pienso. Racionalmente, todos hemos estado presos por el dolor en algún “bad romance”, pero no por eso buscamos hacerle daño a la otra persona, eso sí, con rabia deseamos que no se nos cruce en el camino, pero fuera de eso no ejecutamos pensamientos nocivos. Creo firmemente en el karma, que nada se le escapa y en la justicia divina que no perdona, para que le devuelvan en su justa medida a esa persona el daño que nos hizo y sepa lo que se siente. Pero también creo que no hemos sido educados para ser mental y emocionalmente fuertes en las relaciones de pareja.
Un análisis general suele ver este hecho como "un crimen pasional", por la manera en cómo los medios lo presentan. Sin embargo, pienso que se trata de una dinámica mucho más compleja: el machismo, la construcción de roles de género que imponen que la mujer es una posesión y que el hombre, como proveedor y poseedor, no debe perder el control sobre ella, o bien, que la mujer, por alguna razón debe ser infiel como forma de venganza o como recurso para ser feliz cuando no puede divorciarse, incluso si viven juntos y la relación ha terminado. Esta narrativa no solo deshumaniza a ambos, sino que también deshumaniza a la sociedad en su conjunto, alimentando la idea de que la violencia es una forma legítima de resolver cualquier tipo de conflictos, especialmente los sentimentales.
Creo en esa visión, pero, el policía ya no tiene voz para defenderse y dar su versión. Ella, por fortuna, quedo viva (al igual que su amante). Es una víctima por el ataque y, seguramente, contará los hechos de la manera que mejor la parezca para quedar bien, cuando en realidad existen pruebas que indican que no estaban separados, como ella afirma. Entonces, ¿realmente es una víctima por lo que sucedió o por sus propias acciones? Aun así, sería un error decir lo contrario: no merecía de ninguna manera lo que le ocurrió.
Desde otra perspectiva, como sociedad seguimos en deuda con fortalecer la prevención y protección de este tipo de situaciones, tanto para hombres como mujeres. La responsabilidad no es exclusiva de las autoridades; cultural e individualmente también somos responsables. Es hora de promover con total honestidad, desde nuestros entornos, la resolución de conflictos de manera emocionalmente saludable, ya sea en niños, adolescentes o adultos. Considero que todo comienza con un proceso individual e interno para estar bien con el mundo; porque si nuestro mundo está bien calibrado, incluso con problemas, todo lo demás fluirá mejor.
Esta es una de las pocas conclusiones sanas que podemos extraer de una tragedia de este tipo: la posibilidad de cambiar y evolucionar como sociedad. Una sociedad que, lamentablemente, esta polarizada e ideologizada de manera negativa. Creo que, si reforzamos la verdadera empatía (no la que se usa por tendencia para ganar likes) la responsabilidad afectiva, y priorizamos la salud mental, será posible construir un futuro en donde el respeto y la comprensión sean las bases de nuestras relaciones, evitando que el dolor y la conmoción por situaciones como esta se repitan. Como mencioné, es un proceso individual, y cada persona determina cómo y cuándo comenzar a mejorar esta dolida sociedad, que es responsabilidad de todos.
Pasemos a otras historias que, aunque tristes, no terminaron en tragedia, pero si, donde los hombres nuevamente son víctimas de las mujeres y de la sociedad.
Más allá de las barreras físicas y sociales
Esta es la historia de un amigo que conocí a través de las redes sociales, a quien, curiosamente, aún no conozco en persona. Sin embargo, ha sido un apoyo constante en mi aventura de escribir. A pesar de que en mis primeros intentos algunas personas me rechazaron, él siempre estuvo ahí, brindándome ánimo para seguir adelante. Por eso, quiero compartir un poco de su historia y de lo que ha vivido.
Él me ha contado que tiene una discapacidad en una pierna, consecuencia de un desgarre muscular durante un partido de fútbol en su adolescencia. Lo que ya de por sí era complicado, se agravó por una mala práctica médica que puso a prueba su fortaleza física y mental. Ésta experiencia lo llevó a enfrentarse a muchas más situaciones en las que la gente, de manera despiadada, usó apodos que prefiero no mencionar para que nadie sienta inspirado a repetirlos ¿En serio, qué tan insensibles y desinformados hay que ser para ridiculizar a alguien por una discapacidad física o una condición médica? ¿Qué tan mal está la gente de la cabeza para atreverse a actuar así? No entienden que sus comentarios no solo impactan físicamente, sino que también destrozan emocionalmente a esa persona. Desmotivar y pisotear la autoestima de alguien puede llevarlo a pensamientos suicidas, que en algunos casos pueden materializarse. Y, por supuesto, cuando estas tragedias ocurren, la misma sociedad que se burla se apresura a mostrar su aparente pesar y a hacer reflexiones superficiales, olvidando que, de una forma u otra, contribuyeron a propiciar la situación. ¡Hipócritas!
Al continuar con su relato, manifiesta que ha sufrido toda clase de desprecios y discriminación, tanto de hombres como de mujeres, y no me refiero al plano sentimental. Es esa estúpida costumbre de mirar con desdén a quienes tienen una condición diferente a la nuestra, sin considerar el dolor que les ocasionamos con nuestra imprudencia o, con nuestra maldad. En sus palabras, percibo que, de muchas maneras, llegó a sentir que no cumplía con las expectativas sociales, ya que, más a menudo de lo que pensamos, estas juegan en nuestra contra.
Él siente la imperiosa necesidad de mencionar su discapacidad física a cada persona que conoce en esta era de redes sociales, convencido de que así nadie se llevará una idea equivocada de él al conocerlo en persona. Entiendo su honestidad: prefiere exponer y justificar su vulnerabilidad para evitar malentendidos. Pero no puedo dejar de preguntarme: ¿cuándo se volvió un requisito social hacer público nuestro historial médico para ser considerados aptos en relaciones de cualquier tipo? Hemos llegado al punto de auto someternos al escarnio público solo para que los demás no se sientan defraudados. ¡Por Dios! Como si no fuera suficiente con el sufrimiento, ahora debemos pedir disculpas por existir e incomodarlos.
“No me imagino en una cita romántica, en una presentación social o en una entrevista diciendo: 'Hola, soy Ale, mucho gusto. Por si te lo preguntabas, tengo problemas con el sobrepeso. No porque coma en exceso o no me ejercite; también tengo problemas de ansiedad. Esta carpeta que ves aquí es mi historia clínica, donde podrás revisar mis comorbilidades y decidir si encajo dentro de tus requisitos de aceptación. ¡Carajo, noooo!”
Nuestra sola personalidad, carácter, autenticidad y, principalmente, nuestras acciones son las que deben demostrar nuestra valía. Y, aun así, no es necesario dar argumentos que justifiquen quiénes somos; quienes nos traten y nos conozcan lo entenderán (punto). Cada uno tiene una historia personal que no puede ser etiquetada ni resumida con diagnósticos. Merecemos ser vistos, amados y respetados tal como somos, por nuestra esencia y no por una certificación de normalidad expedida por la sociedad, la cual nunca podremos cumplir porque todos tenemos percepciones y estándares diferentes.
La parte bonita de esta historia es que nuestro protagonista nunca se limitó ni jugó el papel de víctima; su fortaleza le permitió superar obstáculos. Obviamente, “el qué dirán” siempre afecta, pero no se dejó vencer. Su discapacidad le impedía conducir vehículos mecánicos, así que decidió manejar automáticos. No podía sentarse bien en la silla de una bicicleta, pero ni modo, lo hace a su manera y lo logra. Se negó a usar zapatos ortopédicos, no usa muletas ni prótesis. Tuvo la oportunidad de lograr un porcentaje de pensión por invalidez, lo que hizo las cosas un poco más fáciles. Nada le ha impedido vivir al máximo y ayudar a otros: fue líder comunitario, edil e incluso escribió artículos para un periódico de su región. Todo esto deja en evidencia que las limitaciones son mentales y que la voluntad nos lleva a donde queramos.
Por fortuna, también cuenta con una maravillosa y unida familia que siempre ha estado para él; las mujeres que lo han amado nunca lo rechazaron por su discapacidad, así que, sentimentalmente, no tuvo que sufrir por ello. Aunque siente que no deja de haber algo de soledad, porque nunca es tan fácil como se cuenta y el proceso duele. Al final de nuestro diálogo, me cuenta que su ortopedista le dio la mejor noticia: puede operarlo para que recupere por completo la movilidad de su pierna. Sabe que esto implicará una larga recuperación, pero también es el deseo de su corazón; ve la oportunidad de un nuevo comienzo, luego de toda una vida con la discapacidad, pero ahora con una fortaleza física y mental a prueba de todo y de todos.
Si reflexionamos este relato un poquito, entenderemos que las limitaciones no siempre son físicas, sino mentales. Nuestro protagonista es un verdadero ejemplo de que la voluntad y la determinación rompen barreras: las personales, las de la sociedad y las que otros nos imponen sin pensar. Mientras él sigue adelante, superando obstáculos con mucha alegría y con Dios en su corazón, aquellos que se han burlado o lo han señalado parecen no darse cuenta que las únicas discapacidades que deberían preocuparles son la suyas, esas que afectan el sentido común y la empatía. Después de todo, la falta de sensibilidad es una condición para la que, lamentablemente, no hay una operación. ¿irónico, verdad?
Perfiles en redes sociales vemos, trastornos mentales que desconocemos
Tengo un amigo de Twitter ahora X, al que conocí en persona por temas políticos entre los años 2012 y 2014. En ese momento, según mi opinión él contaba con todo lo necesario para tener un futuro brillante, Era una persona con gran liderazgo, inteligencia, fluidez verbal y muchos conocimientos sobre política. En ese entonces, estaba en sus 30, era soltero y contaba con un encanto especial: el tipo de persona que te genera buena vibra, con una energía única capaz de transmitir sus pensamientos con mucha coherencia y honestidad. Tenía un carisma impresionante, muchas cualidades que lo perfilaban como un futuro líder o candidato. ¡Lo tenía todo!
A demás, estaba construyendo excelentes relaciones en el medio y rodeándose de personas influyentes que podrían impulsar su incipiente carrera. Quiero resaltar que proviene de una región pujante, con un fuerte sentido de pertenencia y orgullo por su departamento, un lugar lleno de personas con mucha cultura y amor por la patria. Esto para que comprendan mejor el talante de la persona a la que me refiero.
En ese mundillo de relaciones sociales y políticas, nuestro querido amigo conoció a una influencer de derecha. Una mujer de unos 50 años, de apariencia física más señorial que juvenil, pero muy agradable. De alguna manera, ella también podía impulsarlo, ya que gozaba de mucha credibilidad en redes sociales, especialmente en Twitter, y se codeaba con políticos de renombre dentro de esa ideología. Así se acercó a él, y lo convenció que juntos podían sacar muchos proyectos adelante. -Todo genial hasta esta parte-
Cabe mencionar que esta señora estaba casada con un hombre cuya economía le permitía a ella socializar políticamente por diversión, no por necesidad. Tenía un hijo pequeño y, en general un hogar bastante estable y cómodo. Estaba rodeada de excelentes relaciones, y sus intenciones de ayudar al joven promesa parecían sinceras. Lógicamente también le convenia ganar más reconocimiento como influencer en la escena política.
– Hago referencia e insisto en los detalles porque me gusta que mis lectores tengan todo el contexto y sean ellos quienes juzguen los hechos –
Con el tiempo, y supongo que, con la cercanía diaria de los proyectos en común, la señora se enamoró sola. Y digo “sola porque él mantenía una relación sentimental, muy publica, con una linda chica de otra ciudad a la que adoraba. Tampoco le dio alas o mostró interés romántico hacia la influencer madura para que ella pensara lo contrario. Una tarde en medio del acostumbrado trabajo, ella, en un impulso desbordado de deseo, se lanzó ferozmente sobre el joven promesa. Como era lógico, él la rechazó. Sí, lógico, porque no todos los jóvenes tienen la misma fantasía de acostarse con una mujer mayor... y menos con una que parece su tía abuela. Ya mencioné que la señora era agradable, no deseable y aunque tuviese su corazoncito y pasiones desenfrenadas estaba fuera de lugar.
Sorprendida al no obtener lo que esperaba, herida en su orgullo de mujer despreciada, se fue. Desde ese día, toda su energía se concentró en destruir al joven promesa. Su plan fue desprestigiarlo con mentiras y colocarse ella en el papel de víctima. Todos sabemos que no hay venganza más despiadada que la de una mujer ofendida, y peor aún, rechazada sexualmente, sobre todo cuando cuenta con excelentes conexiones sociales y una credibilidad indiscutible.
Por supuesto así lo hizo. Utilizó las argucias más bajas (las cuales me reservo por respeto y…para que mis lectores usen los sótanos de su imaginación, porque todo lo que dijo e hizo esa señora es terrible), para indisponer al joven con cada una de las personas que le estaban tendiendo una mano en esos momentos porque veían su gran potencial. ¿Quién no le daría crédito a una mujer mayor que aparentaba seriedad y una reputación intachable? Así fue como le cerró todas las puertas y lo convirtió en un paria social.
Me resulta increíble como la gente se queda con una sola versión de los hechos, aunque la astucia de esa mujer fue notable: se victimizó hasta el punto de inventarse no uno, sino tres o cuatro tipos de cáncer, supuestamente empeorados por las “infamias” que, según ella, el joven había cometido en su contra.
El mundillo del que hablamos, por supuesto, se escandalizó y creyó cada una de las mentiras, sin molestarse en verificar la realidad. Porque, claro, para ellos todo son apariencias y competencia. Sacaron del juego a un jugador fuerte quien terminó siendo el villano aprovechado de “la pobre viejecita”. Lo curioso es que ella nunca estuvo enferma de lo que decía; porque, con todo lo que afirmaba tener, créanme, habría durado unos seis meses, no más. Y aquí estamos, más de una década después, y la señora sigue respirando, reconocida por los mismos, pero sin relevancia. No influye positivamente en la vida de nadie. Lo cierto es que, de lo que sí estuvo enferma, fue de la cabeza: pasó varias temporadas en una prestigiosa clínica mental al norte de la capital. (extrañamente esa enfermedad no la contó, pero nos enteramos).
Y si se están preguntando qué sucedió con el joven promesa, después de toda la penosa situación en la que se vio envuelto, regresó a su ciudad natal. Pero no se quedó quieto. Siguió preparándose y liderando proyectos sociales en su región, y ahora vuelve a proyectarse en el ámbito político. Créanme, pronto escucharemos de él. Regresará con la fuerza que le brindan las experiencias vividas, demostrando una vida honesta y un trabajo social transparente.
Les cuento también que, muchos años después, varias personas tuvieron que disculparse con él por haber creído en los engaños de aquella mujer y dudado de su integridad. “Parece que algunas personas se quitan la venda de los ojos con los años, y no con los daños, dándose cuenta de que alguien más se la colocó. Tarde, pero al fin empiezan a ver la verdad por sí mismas. Esa falsa ingenuidad, usada como excusa después de haber sido manipuladas, me trastorna”. Sin embargo, con el tiempo, el protagonista de esta historia ha logrado no solo recuperarse de esas calumnias, sino también crecer y fortalecerse. La gente buena no se rinde; su resiliencia es un faro de esperanza para quienes han pasado por situaciones similares.
Para quienes vienen leyendo mis historias de forma habitual, esto no debería sorprender: los hombres también resultan ser víctimas, y sus historias necesitan ser contadas sobre todo para sacarles de encima el cliché de villanos que han cargado durante siglos. No siempre son los malos de la película; la infidelidad y las mentiras no son patrimonio exclusivo de su género, Si a eso vamos, mujeres, no olvidemos que Eva nos dejó condenadas desde el principio y, al parecer, milenios después seguimos justificando que fue culpa de la serpiente (siempre es culpa de alguien más). Sería bueno usar la carta de la responsabilidad más seguido, pienso yo.
Las acciones negativas no tienen género; los errores y fallas son parte de ser humanos. Cada uno es consciente del daño que le causa al otro. La cuestión es simple: debemos aprender a construir vínculos y relaciones sanas, empezando por nosotros mismos.
Para terminar, La brecha entre el estereotipo y la realidad masculina que no es otra cosa que la diferencia existente entre las expectativas y roles que la sociedad asigna a los hombres y la complejidad de sus experiencias y comportamientos. Esto no puede ni debe permitirnos continuar perpetuando patrones como el machismo, el sexismo, la violencia y la negación. Como sociedad, es necesario madurar y dejar de resistirnos a los cambios; cada uno percibe un nuevo mundo a diario, si así lo desea, o se queda atrapado en el bucle de la cotidianidad. No podemos seguir normalizando problemáticas; hay que romper con los estereotipos y crear cambios positivos, comenzando con un modelo o referente ejemplar propio. El mundo es lo que hacemos de él, y cada quien define cómo se aprecia. Ese es el primer paso.
Epílogo final:
Al final del día, en la comodidad de nuestra cama, no importa si te maquillas o te afeitas; cada uno sabe perfectamente las heridas que está provocando. Pero, claro, preferimos hacernos los desentendidos y convencernos de que tenemos razones para nuestros actos. Eso sí, nuestras decisiones siempre dejan huella en los demás, aunque algunos elijan dormir y pretender que es culpa del destino, el universo o de Mercurio retrógrado. Aun así, no se preocupen: el karma es paciente, generoso, y despiadado (en ese orden). Nunca las mentiras, las traiciones y los engaños, como los casos que se han expuesto, se olvidan con una disculpa. Mis queridos lectores, la verdadera justicia es lenta, pero mucho más mordaz de lo que a algunos les gustaría.
A los protagonistas: gracias totales por su confianza en mí. JR, te admiro aún más. AF, tengo fe en ti. Al subintendente que se quitó la vida, oro para que Dios le conceda paz en su alma y que logre, en el plano espiritual, la redención
Ale Acosta
Contadora de profesión, especialista, magíster en proceso, twittera (en declive) y escritora de historias como método terapéutico.
Disclaimer: Las historias presentadas en este post se basan en hechos reales y experiencias compartidas por sus protagonistas y cuento con su autorización. Aunque he narrado sus relatos desde mi enfoque como contadora de historias, la interpretación de los eventos puede variar. No tengo la intención de hacer juicios sobre las personas involucradas, y cualquier opinión expresada es exclusivamente mía. Las situaciones descritas reflejan vivencias personales y no pretenden generalizar ni representar la realidad de todas las personas en circunstancias similares.
Ale gratamente sorprendida, no desistas de ésta maravillosa aventura de escribir maravillosas historias. Felicitaciones!
ResponderBorrar¡Mil gracias por tomarte el tiempo de leer y dejarme estas palabras tan bonitas! Me llena de alegría saber que mis historias conectan contigo y con otros lectores. Esta aventura de escribir es increíble, y comentarios como el tuyo me motivan a seguir compartiendo más relatos ¡Nos seguimos leyendo! Al final, la verdadera magia está en compartir lo que sentimos, y si con mis historias logro hacerte sonreír, reflexionar o simplemente disfrutar un rato, entonces vale la pena.
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