“A ver, mundo, que no somos ciegas, sabemos
perfectamente que tenemos sobrepeso u obesidad. Todas tenemos espejos en casa;
no necesitamos que nos recuerden que estamos “gordas”. Somos plenamente
conscientes de ello. Los kilos de más no nos nublan la vista”.
(Hipotéticamente, si llegara a suceder, y fuera por
diabetes, pues con medicamento y controles médicos también salimos adelante,
¡gracias por la preocupación!)
Foto tomada de imágenes de Google
Tienes
una cara preciosa!
<<Ahí vamos, me digo>> mientras continúan con el comentario… De
no ser así, serías todo un bombón de mujer en todos los sentidos. ¿Ah, o
sea que las gordas estamos inconclusas?
¡Haz
dieta y ejercicio, seguro bajas de peso, hazlo por salud! <<Pienso... Hmm, cuánta supuesta
preocupación por la salud ajena, sin antes preguntarse si acaso estoy en algún
proceso o si tengo alguna enfermedad>>.
Amigos y
conocidos siempre tienen una pregunta en la punta de la lengua: ¿Pero si no
comes mucho y haces ejercicio, por qué el sobrepeso? O la joya de las
suposiciones: Seguro te da pereza y no vas al box. Se ha vuelto normal
creer que las gordas estamos así por haraganas, claro. Nadie menciona al
maldito metabolismo o las hormonas. Y así, empiezan las recomendaciones no
solicitadas: te sugieren la dieta del pepino, el limón en ayunas, las pepas de
papaya hervida, o el batido milagroso de "esto o aquello".
Ahí
también están los vendedores de productos “naturales” que te prometen perder
peso en días, eso sí, si te unes a la pirámide en la que ya han sido
embaucados. Y no olvidemos a la amiga que habla de las pastillas milagrosas que
le sirvieron a la prima lejana de su vecina, o la planta X que venden en
el mercado local. Y, por supuesto, las gotas mágicas que debes tomar antes de
cada comida, que casualmente venden en una tienda virtual de Instagram.
Vamos a
dejar algo claro: Cada cuerpo y organismo es diferente; lo que a ti te
funciona, no tiene por qué servirme a mí. Pero claro, eso no detiene a la
gente de darnos la suma de consejos que jamás pedimos. ¡Como si los kilos de
más fueran problema público, debería, pero no!
Y los piropos…
ah, los infames piropos. ¡Uff, está gordita, pero yo le hago! ¡Tanta
carne junta y yo con dolor de muelas! No se olviden de los
"chistes": Las gordas no deben preocuparse por no saber nadar,
ellas ya traen los flotadores incorporados. ¡Si me dieran por ti lo que
pesas en oro, sería millonario!
Y ¿qué me
dicen de esa absurda teoría de que las gorditas debemos ser graciosas? En lo
personal, no entiendo esa apreciación. ¿Qué tiene que ver la personalidad con
el peso? Me reservo las comparaciones, pero, por favor, ¿qué revista científica
les aseguró semejante barbaridad? Que alguien venga y me lo explique, porque
sinceramente, no le encuentro ninguna relación.
Lo
que nadie te dice, y mucho menos pregunta, es: ¿Cómo el peso te ha afectado
emocionalmente? ¿Cómo está tu autoestima? Realmente, nadie se interesa en
las enfermedades físicas y mentales que estas condiciones producen. Y no lo
hacen porque no tienen la más mínima idea. Desconocen la seriedad del asunto,
solo saben criticar, porque eso es lo más fácil, ¿no?
Estoy
segura de que muchas mujeres con sobrepeso u obesidad han recibido estos
comentarios, una y otra vez. Y otros aún más desalentadores, porque no se trata
solo de los kilos de más. No. Se trata de la etiqueta de gorda, esa
que viene con estigmatización, señalamiento, y como medio de insulto. Porque
claro, en este mundo, el valor de una persona parece medirse por la talla de
sus pantalones, ¿verdad?
Aquí
es donde comienzan las anécdotas vividas, las historias que he presenciado o me
han contado. Casos que dejan claro que no solo cargamos kilos, sino también las
expectativas y prejuicios de todos aquellos que se creen con el derecho de
opinar sobre nuestros cuerpos, como si de un tema público se tratara.
Anécdota
#1
Hago
parte de Twitter porque amo dar mi opinión sin que nadie me la esté pidiendo.
Esa era una dinámica que alguna vez fue sana, donde se podía controvertir, pero
ahora, todo se mide por la foto de perfil que tienes. Válgame Dios, lo que
importa es tu peso, y todo eso viene condicionado por la orilla política en la
que te encuentres. Así que, sé qué pensarán: ¿Qué carajos tiene que ver
esta red social y la política con el peso? Sepan que en ese amplio
campo de batalla donde insultos van y vienen cada segundo, también se ha
incluido el peso de una mujer para ofenderla.
Dijo
Coelho alguna vez, y cito literalmente: "La ignorancia se mide en
la cantidad de insultos que se usan cuando no tienen argumentos para
defenderse." Esta cita aplica en mi caso particular, en la vez
que debatí con un tinterillo defensor del terrorismo en nuestro país, el mismo
que hace mil años salió con una muy popular actriz y que, según dicen, esa ha
sido la única gloria que tuvo en toda su vida.
Retomo
la idea. Este hombre, al ver que no podía rebatir mis argumentos tras dos horas
de discusión acalorada, decidió que su mejor recurso era: "Ok, como
tú digas, gordita." No había otra forma de intentar aniquilarme
que usar mi evidente sobrepeso, que, por supuesto, no oculto. ¿Cómo esconder
mis cachetes preciosos y mi bella carita redondita, esa que todos ven en mis
fotos de perfil? Aquellos que me conocen en persona saben que así es.
Obviamente,
me ofendió. Me molestó. Justo por esa época, el amor que le tenía a mi cuerpo
era muy frágil. Sin embargo, al final, me di cuenta de que ese insulto hablaba
más de ese personaje que de mí. No jugaré en el papel de víctima; no es lo mío.
Es la única vez que me ha pasado algo así en Twitter. Por el contrario, recibo
muchos halagos de mis seguidores, y no solo por mi talla.
Anécdota #2
Hace
poco, un cirujano plástico me descartó para hacerme la abdominoplastia y
mamoplastia por mi condición médica. Agradezco su honestidad; fue ético y
responsable al no robarme la plata. Debo ser sensata. Por más que me molestara
inicialmente la negativa, tengo claro que el compendio de enfermedades que me
tienen poseída no lo permite por ahora. No puedo pasar por alto lo obvio y el
concepto que han dado mis especialistas.
Anécdota
#3
En cierta ocasión, pedí cita por medicina general porque presentaba una
alergia. La doctora que me atendió ese día no se tomó la molestia de revisar mi
historia clínica ni me preguntó la razón de mi consulta. De inmediato, me dijo:
“Si haces dieta y ejercicio, cualquier cosa que tengas, estarás bien.”
No dudo que así sea; si bajo de peso, puedo mejorar muchas de mis enfermedades,
y vivo en esa lucha.
Créeme,
no exagero. Por más razón que ella tuviese, no fue la forma de bombardear a un
paciente que apenas estaba diciendo buenos días. Estoy segura de que
esa doctora debe recordarme con odio. Obvio, no me quedé callada y puse la
queja ante el oficial de servicios médicos. Afortunadamente, en mi servicio de
salud, este tipo de cosas se toman en serio. Una semana después, tuvo que
disculparse conmigo. Parece que la ética profesional sigue siendo una materia
de relleno en las universidades.
Anécdota
#4
En otra ocasión, me iba de viaje y, por supuesto, me fui de compras. Mientras
me probaba las prendas que escogí, escuché llorar a una mujer en el vestidor de
al lado. Como siempre, ando de metida, así que le pregunté si le podía ayudar
en algo. Abrió la puerta y me dijo que quería morirse porque nada le quedaba y
se sentía como un monstruo. Me impresionó lo que dijo; claro que tenía
sobrepeso, pero no era obesidad mórbida. Les juro que no era la gran cosa (lo
dice la que patalea por su talla 12).
La
calmé, le dije que quizás no la habían asesorado bien con sus prendas. Le pedí
que me mirara; yo también tenía sobrepeso y había encontrado ropa para mí. Sé
que las mujeres armamos tormentas en vasos de agua sin aparente necesidad. El
caso es que muchas tenemos una imagen distorsionada de nuestro cuerpo porque
vivimos en una sociedad que tiene estándares y estereotipos de belleza
impuestos.
Al
final, resultó que ambas éramos la misma talla. Le ayudé a buscar un lindo
outfit y le indiqué qué ropa interior usar para lucir mejor sus prendas, y así
se solucionó la mini crisis. Puede parecer drama, pero ¿saben ustedes lo difícil
que es aceptar un cuerpo que dista de la imagen perfecta de cómo queremos
vernos y que, por diferentes razones, no logramos? ¿Lo frustradas que podemos
sentirnos las mal llamadas gordas cuando no encontramos ropa de nuestra talla?
Anécdotas
cortas y ms comunes
La ropa
talla grande es un lujo: La ropa
de tallas grandes, incluyendo la interior, es más costosa (supongo que gastan
más tela). Embutirse como morcilla en una faja y sufrir el ahogo, mientras que
las modelos de esas fajas son delgadas y lógicamente no tienen problemas para
entrar en ellas. ¡Eso es falsedad pura!
Moda
maternal: La ropa
talla grande que encuentras parece de maternidad. ¡Gracias, pero no estoy en la
dulce espera!
La amiga
ideal: Piensan
que por tener obesidad o sobrepeso debes ser la mejor amiga de todos y ser la
payasa del grupo. ¿Y si solo quiero ser la reina de mi propio mundo?
Confusión entre belleza y peso: Te
piden que no te quejes de tu peso si eres bonita. ¿What? No confundan peso con
belleza; tengo derecho a quejarme, ¡aunque sea una jodida diosa!
El
bullying: La
falsa creencia de que por tener sobrepeso comemos más. Yo pasé temporadas en
las que solo comía una vez al día porque no sentía hambre. ¡Sorpresa!
Pánico en
la intimidad: El
terror que produce la intimidad. Te sientes insegura de tus curvas pronunciadas
por la grasa que te sobra. ¡No creo que sea sexi!
Senos
prominentes: Que tus
senos se vean más grandes por tu peso, y que los imbéciles te lo recuerden.
¡Gracias por el recordatorio, Sherlock de vereda!
Espejos
engañosos: Los
espejos de los almacenes parecen tener aumento; siempre te hacen ver más gorda
de lo que estás. ¡Estúpidos espejos, me están haciendo perder la fe!
Vestido
de baño: Sentir
terror al ponerte un vestido de baño. Es como prepararse para una película de
terror, pero sin los gritos y la vieja buenota que asesinan en la primera
escena.
Esfuerzo
sin recompensa: Pasar
horas entrenando, comer sanamente y no ver resultados. La frustración se
convierte en tu peor enemiga.
Felicidad
en la dieta: Nadie
es verdaderamente feliz haciendo dieta. Me he preguntado el sentido de la vida
sin poder disfrutar de la comida que me gusta ¡Es un dilema existencial!
Referentes
confusos: Pensé
que Adele, Melissa McCarthy y Rebel Wilson eran referentes de amor propio hasta
que adelgazaron. ¡Bien por ellas, pero no se olviden de nosotras!
Críticas
de las flacas: No hay
peor enemigo de una mujer gorda que una mujer flaca criticándola por su talla.
Peor aún, una gordita criticando a otra. ¡Es una competencia que nunca acaba!
El mito
del licor: El
licor engorda y no puedes consumirlo. ¡No me jodan con eso! El vino, la cerveza
y el tequila me extrañan.
Historia #1
Volviendo
a Twitter, es imposible no notar a las mujeres vende humo, esas que piensan que
retocando sus fotos nadie se dará cuenta de cómo son en la vida real. Un claro
ejemplo es Lalis, una matoneadora de oficio que se burla de los defectos
físicos de los políticos del lado contrario al que ella defiende. Incoherente,
¿verdad? Llamar "Porky" al presidente por su peso cuando ella podría
ponerse una falsa nariz de cerdito para hacer el papel de Miss Piggy. (Sí, está
mal, lo sé, crucifíquenme, pero es un ejemplo real).
La
chica recibió un poco de lo que está acostumbrada a dar y, como siempre, se
victimizó, algo típico en los militantes de su corriente. No me malinterpreten:
creo que nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a usar el peso de alguien en
su contra, especialmente si, según sus propias palabras, fue expuesta por
algunos de sus camaradas que la detestan. Puede que sea mala persona y pase sus
días destilando odio hacia quienes no están en la misma orilla ideológica, pero
tampoco la voy a defender. ¡Claro que no!
Atacar
su mayor debilidad, que creo que es el hecho de que se retoca las fotos y
oculta su cuerpo, no nos hace mejores personas. Por el contrario, nos deja al
mismo nivel de bajeza. Aquellos que se burlan de su peso lo hacen con la
intención de ofenderla y de desquitarse. ¿Se han preguntado alguna vez por qué
es gorda? ¿Si eso afecta su salud? O tal vez, si ese resentimiento y odio que
la caracteriza tiene algo que ver con su talla.
Y
aunque no me gusta su actitud, tengo claro que si a mí me atacaran por mis
kilos de más, a muchos de mis seguidores no les gustaría. ¿Lo aceptarían? ¡No
lo sé! Pero lo que sí sé es que debemos dejar de normalizar los ataques y
ofensas a las personas por sus enfermedades o defectos físicos. No está bien,
bajo ningún concepto. Lo siento, pero hay que demostrar grandeza. A la fecha,
sigo viendo que continúan las burlas y ataques hacia su peso.
¡Tremenda
ironía, no?
Historia
#2
Sigo
en Twitter (mi fuente inagotable para muchas cosas) y no puedo evitar recordar
las historias de parejas que no valoran a sus compañeras y las esconden por su
peso. He visto tantas, pero hay un caso que realmente me tocó el alma. Este
tipo la enamoró a través de Twitter. Pasaron meses, incluso años, manteniendo
una relación virtual, pero siempre tenía una excusa para no conocerla en
persona. Ella se lo permitía, pues su peso la hacía sentir insegura,
especialmente al estar con un hombre atractivo (según las fotos) que se jactaba
de los cuerpos esculturales de sus exnovias.
Nunca
hubo una videollamada. Hablaban por teléfono, pero siempre bajo el manto del
misterio. ¡Vivían en la misma ciudad! Planearon muchos encuentros, y él la dejó
plantada una vez con un pretexto estúpido. A pesar de eso, continuaban
"juntos". Ella nunca supo quién era su familia, ni sus amigos, ni dónde
vivía o trabajaba. En la red, nadie lo conocía, ni podía dar referencias de él.
Nunca contestó sus preguntas, siempre hacía caso omiso a sus reproches. Le
llamé un fantasma a él y a ella la llamé cobarde por no investigarlo, teniendo
los medios para hacerlo. Pero trato de entenderla; para muchas personas, a
veces es mejor no saber la verdad.
¡Qué
locura! Enamorarse de esa manera en esta época. No sabía si el hombre era quien
decía ser porque nunca lo vio en persona. Quién sabe si el tipo era casado o
tenía alguna psicopatía. Lo cierto es que, en todo ese tiempo perdido, ese
personaje jamás tuvo palabras de apoyo cuando ella se esforzaba por perder unos
kilos o hacía dieta. Nunca comentó las fotos que ella publicaba mostrando su
belleza, esperando tontamente una reacción positiva de su parte. Solo parecía
comprometerse cuando se le reprochaba su silencio, como si le avergonzara la
talla de la mujer que eligió, “la gorda”, a la que solía llamar el amor de su
vida.
Al
final, cansada y herida, ella se alejó. Fue fiel, paciente y honesta; de nada
le sirvió el amor que le profesaba. Sobra decir que tuvo la culpa por confiar y
creer en quien no debía, pero su mayor error, a mi parecer, fue carecer de
autoestima y no ver la maravillosa mujer que es. Ojalá el próximo en su vida
sea real y sepa apreciarla.
Hombres
jugando a ser galanes, mintiendo y fingiendo hay en todas partes. Mujeres
buenas no es que sobren, pero lo imperdonable es utilizar a una mujer, hacerla
sufrir bajo promesas e ilusiones, sabiendo que no se pueden cumplir. No se
juega con los sentimientos de las personas, ni se usan sus miedos para
dañarlas.
A
la protagonista de esta burla, mis respetos. Porque aunque tarde, se armó de
valor. Ella conoce mi opinión: el problema no son esos pendejos que no saben lo
que quieren ni para dónde van en la vida, escondiéndose tras el anonimato de
una red social. El problema eres tú, linda, que no te das el lugar que mereces
y solo te metes con perdedores tratando de ocultar tus inseguridades. Debes
quererte primero, para que la otra persona no lo haga.
Y,
¿sabes? Eso tiene solución. Se quita con un arma poderosa llamada AMOR PROPIO.
Te enseña a amar cada centímetro de ti, física y emocionalmente. El amor propio
no es un accesorio, y estoy segura de que cuando lo uses, no habrá nadie que te
haga sentir mal por lo que diga o calle. Esta vez no solo se trató de tu peso,
sino también de tu dignidad como mujer.
(Aclaro
que pedí autorización para contar esta historia; de no ser así, no me atrevería
a escribirla ni usarla como ejemplo).
Historias
de mujeres con sobrepeso y obesidad conozco muchas, y especialmente la mía. No
me alcanzaría el tiempo para contarlas todas, pero quiero enfatizar que el peso
no solo afecta físicamente; también lo hace mental y emocionalmente. No me lo
estoy inventando, es una realidad. Te miras al espejo y, debido a los kilos de
más, tu imagen corporal se distorsiona más allá de tu propia percepción. Esto
se llama trastorno dismórfico corporal, un trastorno mental
caracterizado por la preocupación obsesiva por un defecto percibido en las
características físicas. Este trastorno está asociado con el sobrepeso y la
obesidad, especialmente cuando ciertas conductas de riesgo terminan en
trastornos alimentarios como la bulimia y la anorexia.
También
están los trastornos del estado de ánimo y la baja autoestima. ¿Recuerdan la
ansiedad y la depresión de las que hablé en mi post anterior? Aquí también
aplica. Y ni hablemos de las enfermedades que nos ocasiona: diabetes,
hipotiroidismo, resistencia a la insulina, algunos tipos de cáncer, síndrome
metabólico, entre otras. Los problemas de salud como glucosa alta, presión
arterial elevada, colesterol, triglicéridos, ataques cardíacos y apnea del
sueño son solo algunas de las consecuencias. Pueden corroborarlo con un médico;
estoy segura de que les hará una lista mucho más larga. Y sí, es cierto que una
persona delgada también puede sufrir estas condiciones, pero los obesos están
más expuestos a ellas.
Así
que ahora lo saben: nuestra mente también está en riesgo. La burla y los
comentarios negativos de familiares, amigos o desconocidos afectan demasiado,
pero más aún aquellos que provienen de nuestra propia percepción. Esa vocecita
inquisidora que te acosa todo el tiempo y te recuerda que no te ves como
quisieras. Actualmente soy talla 12, pero cuando me miro al espejo, me veo dos
tallas más. Esto se refleja cuando compro ropa y las asesoras me indican que
las tallas 14 y 16 no son para mí. Sin embargo, soy terca; llevo esas prendas
porque, supuestamente, me siento más cómoda. Al llegar a casa, mido las prendas
nuevamente y, sin falta, tengo que pasar por donde la señora que le hace los
arreglos a mi ropa para recibir su regaño, porque, por enésima vez, escogí mal
la talla. Eso, señoras y señores que me leen, es un ejemplo de distorsión.
Aumento mi realidad física porque no he aprendido del todo a aceptar mi cuerpo;
no lo veo como realmente es. Me sigue faltando un poco de amor propio, ese que
siempre estoy proclamando a todo pulmón.
Cambiar
esa percepción corporal es una tarea difícil ante tantos estereotipos sobre las
tallas. Todos sabemos que las marcas tienen un tallaje diferente. ¿Sabían que
hay almacenes que llegan hasta la talla L y a eso le llaman “grande”? En otros,
se habla de tallas dos y cuatro para mujeres adultas. ¡Ah! Y tras todo eso, te
ofenden y estigmatizan por tu peso en la moda. Yo lo he sufrido con 15 kilos de
más. No quiero imaginar lo que tienen que pasar las mujeres con obesidad mayor
a la mía al momento de vestirse. En serio, ¿cómo será en otros entornos? Así
que sepan que es casi titánico lograr el equilibrio que nos piden cuando tienes
todo en contra.
No
creo estar incompleta por estar en el primer grado de obesidad. Yo busco, ante
todo, verme bien físicamente para satisfacerme a mí misma y no al mundo que no
me comprende, pero que me instiga al cambio. "QUIERO PERDER PESO
PARA ENTRAR EN LA ROPA QUE ME GUSTA Y NO EN LA QUE ME TOCA" sonará
más a vanidad que a salud, y aunque me critiquen, así es. De hecho, mis
enfermedades fueron descubiertas hace 9 o 10 años cuando fui al médico
preocupada por el aumento de mi peso, no verdaderamente por mi salud. Lucho
cada día por ambas cosas, como si fuera una carrera contra reloj. Eso es
respetable, así que es momento de que algunos dejen de romantizar lo que no
viven en carne propia.
La
sociedad debería empezar a tomar conciencia de que sobrepeso y obesidad no son
sinónimos de pereza, falta de esfuerzo, ni mucho menos de comer en exceso o
glotonería en todos los casos. Son enfermedades, y, sobre todo, es hora de
dejar de avergonzar a las personas que les caen mal, especialmente a las
mujeres por sus cuerpos.
Por
otra parte, se ha vuelto una moda que muchos hombres afirmen preferir a las
“gorditas” que a las delgadas, cuando en realidad babean viendo a una flaca en
bikini contoneándose. Eso es lo que genera la falsa empatía: estar del lado de
la víctima cuando es atacada para quedar bien ante su entorno social. Los
hombres que realmente se interesan en este tipo de mujer no ven la necesidad de
publicarlo, simplemente disfrutan sin esconderlo.
También
están esas mujeres que tienen dos o tres kilos de más, jurando ser obesas para
llamar la atención. A ver, señoras, ¿cómo van a desear un problema de salud?
Tengan claro que la hipocresía ante el peso también hace daño. Aquellas que
realmente lo tenemos sabemos que no es sano y luchamos por cambiarlo.
Otra
cosa que sucede en la sociedad es que no aprendemos a respetar a las mujeres
que aceptaron su peso y son felices de esa manera. A ellas les dicen que
promueven la obesidad. No, señores, sencillamente no necesitan la aprobación de
nadie. Ya es hora de acabar con los señalamientos y dejar de lado la doble
moral. Si estamos gordas, está mal, y si queremos operarnos, también. Al fin y
al cabo, ¿por qué nos joden tanto?
Cuando
una mujer muere por una cirugía estética en alguna clínica de garaje, los
primeros en sentirse acongojados son aquellos que la criticaban por su peso.
Sepan que esa mujer se sintió presionada por la sociedad que la rodeaba para
tener el cuerpo perfecto, ser aceptada y encajar con esos estereotipos tan
dañinos que la mayoría se pasa aplaudiendo. No se confundan; no es el caso de
todas. Entiendan de una buena vez que la talla de una mujer no determina quién
es ella en realidad.
Para
finalizar, es indudable que queda mucha tela por cortar sobre este tema. Tal
vez queda abierta la posibilidad de contar más historias en otra ocasión.
También tengo claro que no todo es malo; esa parte de la sociedad que no nos
condena debe describir a las mujeres con sobrepeso y obesidad de alguna manera.
A mí no me molesta que nos llamen gordibuenas, chicas curvy, gordi
poderosas, trozudas, o mujeres de tallas grandes,
siempre que sea con respeto.
Para
nosotras, se trata de un proceso de aceptación, de una lucha constante con
nuestra mente y cuerpo. Pero para ustedes, y todos aquellos que sienten la
necesidad de recordar el “GORDA” como insulto, ¿se han puesto a pensar si
tienen alguna fobia sin diagnóstico? ¿Un miedo incesante a pasar por lo mismo
que critican y a dejar de encajar en el mundo perfecto que los envuelve?
¡Piénsenlo!
Tienes
una cara preciosa!
<<Ahí vamos, me digo>> mientras continúan con el comentario… De
no ser así, serías todo un bombón de mujer en todos los sentidos. ¿Ah, o
sea que las gordas estamos inconclusas?
¡Haz
dieta y ejercicio, seguro bajas de peso, hazlo por salud! <<Pienso... Hmm, cuánta supuesta
preocupación por la salud ajena, sin antes preguntarse si acaso estoy en algún
proceso o si tengo alguna enfermedad>>.
Amigos y
conocidos siempre tienen una pregunta en la punta de la lengua: ¿Pero si no
comes mucho y haces ejercicio, por qué el sobrepeso? O la joya de las
suposiciones: Seguro te da pereza y no vas al box. Se ha vuelto normal
creer que las gordas estamos así por haraganas, claro. Nadie menciona al
maldito metabolismo o las hormonas. Y así, empiezan las recomendaciones no
solicitadas: te sugieren la dieta del pepino, el limón en ayunas, las pepas de
papaya hervida, o el batido milagroso de "esto o aquello".
Ahí
también están los vendedores de productos “naturales” que te prometen perder
peso en días, eso sí, si te unes a la pirámide en la que ya han sido
embaucados. Y no olvidemos a la amiga que habla de las pastillas milagrosas que
le sirvieron a la prima lejana de su vecina, o la planta X que venden en
el mercado local. Y, por supuesto, las gotas mágicas que debes tomar antes de
cada comida, que casualmente venden en una tienda virtual de Instagram.
Vamos a
dejar algo claro: Cada cuerpo y organismo es diferente; lo que a ti te
funciona, no tiene por qué servirme a mí. Pero claro, eso no detiene a la
gente de darnos la suma de consejos que jamás pedimos. ¡Como si los kilos de
más fueran problema público, debería, pero no!
Y los piropos…
ah, los infames piropos. ¡Uff, está gordita, pero yo le hago! ¡Tanta
carne junta y yo con dolor de muelas! No se olviden de los
"chistes": Las gordas no deben preocuparse por no saber nadar,
ellas ya traen los flotadores incorporados. ¡Si me dieran por ti lo que
pesas en oro, sería millonario!
Y ¿qué me
dicen de esa absurda teoría de que las gorditas debemos ser graciosas? En lo
personal, no entiendo esa apreciación. ¿Qué tiene que ver la personalidad con
el peso? Me reservo las comparaciones, pero, por favor, ¿qué revista científica
les aseguró semejante barbaridad? Que alguien venga y me lo explique, porque
sinceramente, no le encuentro ninguna relación.
Lo
que nadie te dice, y mucho menos pregunta, es: ¿Cómo el peso te ha afectado
emocionalmente? ¿Cómo está tu autoestima? Realmente, nadie se interesa en
las enfermedades físicas y mentales que estas condiciones producen. Y no lo
hacen porque no tienen la más mínima idea. Desconocen la seriedad del asunto,
solo saben criticar, porque eso es lo más fácil, ¿no?
Estoy
segura de que muchas mujeres con sobrepeso u obesidad han recibido estos
comentarios, una y otra vez. Y otros aún más desalentadores, porque no se trata
solo de los kilos de más. No. Se trata de la etiqueta de gorda, esa
que viene con estigmatización, señalamiento, y como medio de insulto. Porque
claro, en este mundo, el valor de una persona parece medirse por la talla de
sus pantalones, ¿verdad?
Aquí es donde comienzan las anécdotas vividas, las historias que he presenciado o me han contado. Casos que dejan claro que no solo cargamos kilos, sino también las expectativas y prejuicios de todos aquellos que se creen con el derecho de opinar sobre nuestros cuerpos, como si de un tema público se tratara.
Anécdota
#1
Hago
parte de Twitter porque amo dar mi opinión sin que nadie me la esté pidiendo.
Esa era una dinámica que alguna vez fue sana, donde se podía controvertir, pero
ahora, todo se mide por la foto de perfil que tienes. Válgame Dios, lo que
importa es tu peso, y todo eso viene condicionado por la orilla política en la
que te encuentres. Así que, sé qué pensarán: ¿Qué carajos tiene que ver
esta red social y la política con el peso? Sepan que en ese amplio
campo de batalla donde insultos van y vienen cada segundo, también se ha
incluido el peso de una mujer para ofenderla.
Dijo
Coelho alguna vez, y cito literalmente: "La ignorancia se mide en
la cantidad de insultos que se usan cuando no tienen argumentos para
defenderse." Esta cita aplica en mi caso particular, en la vez
que debatí con un tinterillo defensor del terrorismo en nuestro país, el mismo
que hace mil años salió con una muy popular actriz y que, según dicen, esa ha
sido la única gloria que tuvo en toda su vida.
Retomo
la idea. Este hombre, al ver que no podía rebatir mis argumentos tras dos horas
de discusión acalorada, decidió que su mejor recurso era: "Ok, como
tú digas, gordita." No había otra forma de intentar aniquilarme
que usar mi evidente sobrepeso, que, por supuesto, no oculto. ¿Cómo esconder
mis cachetes preciosos y mi bella carita redondita, esa que todos ven en mis
fotos de perfil? Aquellos que me conocen en persona saben que así es.
Obviamente,
me ofendió. Me molestó. Justo por esa época, el amor que le tenía a mi cuerpo
era muy frágil. Sin embargo, al final, me di cuenta de que ese insulto hablaba
más de ese personaje que de mí. No jugaré en el papel de víctima; no es lo mío.
Es la única vez que me ha pasado algo así en Twitter. Por el contrario, recibo
muchos halagos de mis seguidores, y no solo por mi talla.
Anécdota #2
Hace
poco, un cirujano plástico me descartó para hacerme la abdominoplastia y
mamoplastia por mi condición médica. Agradezco su honestidad; fue ético y
responsable al no robarme la plata. Debo ser sensata. Por más que me molestara
inicialmente la negativa, tengo claro que el compendio de enfermedades que me
tienen poseída no lo permite por ahora. No puedo pasar por alto lo obvio y el
concepto que han dado mis especialistas.
Anécdota
#3
En cierta ocasión, pedí cita por medicina general porque presentaba una
alergia. La doctora que me atendió ese día no se tomó la molestia de revisar mi
historia clínica ni me preguntó la razón de mi consulta. De inmediato, me dijo:
“Si haces dieta y ejercicio, cualquier cosa que tengas, estarás bien.”
No dudo que así sea; si bajo de peso, puedo mejorar muchas de mis enfermedades,
y vivo en esa lucha.
Créeme,
no exagero. Por más razón que ella tuviese, no fue la forma de bombardear a un
paciente que apenas estaba diciendo buenos días. Estoy segura de que
esa doctora debe recordarme con odio. Obvio, no me quedé callada y puse la
queja ante el oficial de servicios médicos. Afortunadamente, en mi servicio de
salud, este tipo de cosas se toman en serio. Una semana después, tuvo que
disculparse conmigo. Parece que la ética profesional sigue siendo una materia
de relleno en las universidades.
Anécdota #4
En otra ocasión, me iba de viaje y, por supuesto, me fui de compras. Mientras
me probaba las prendas que escogí, escuché llorar a una mujer en el vestidor de
al lado. Como siempre, ando de metida, así que le pregunté si le podía ayudar
en algo. Abrió la puerta y me dijo que quería morirse porque nada le quedaba y
se sentía como un monstruo. Me impresionó lo que dijo; claro que tenía
sobrepeso, pero no era obesidad mórbida. Les juro que no era la gran cosa (lo
dice la que patalea por su talla 12).
La
calmé, le dije que quizás no la habían asesorado bien con sus prendas. Le pedí
que me mirara; yo también tenía sobrepeso y había encontrado ropa para mí. Sé
que las mujeres armamos tormentas en vasos de agua sin aparente necesidad. El
caso es que muchas tenemos una imagen distorsionada de nuestro cuerpo porque
vivimos en una sociedad que tiene estándares y estereotipos de belleza
impuestos.
Al
final, resultó que ambas éramos la misma talla. Le ayudé a buscar un lindo
outfit y le indiqué qué ropa interior usar para lucir mejor sus prendas, y así
se solucionó la mini crisis. Puede parecer drama, pero ¿saben ustedes lo difícil
que es aceptar un cuerpo que dista de la imagen perfecta de cómo queremos
vernos y que, por diferentes razones, no logramos? ¿Lo frustradas que podemos
sentirnos las mal llamadas gordas cuando no encontramos ropa de nuestra talla?
Anécdotas
cortas y ms comunes
La ropa
talla grande es un lujo: La ropa
de tallas grandes, incluyendo la interior, es más costosa (supongo que gastan
más tela). Embutirse como morcilla en una faja y sufrir el ahogo, mientras que
las modelos de esas fajas son delgadas y lógicamente no tienen problemas para
entrar en ellas. ¡Eso es falsedad pura!
Moda
maternal: La ropa
talla grande que encuentras parece de maternidad. ¡Gracias, pero no estoy en la
dulce espera!
La amiga
ideal: Piensan
que por tener obesidad o sobrepeso debes ser la mejor amiga de todos y ser la
payasa del grupo. ¿Y si solo quiero ser la reina de mi propio mundo?
Confusión entre belleza y peso: Te
piden que no te quejes de tu peso si eres bonita. ¿What? No confundan peso con
belleza; tengo derecho a quejarme, ¡aunque sea una jodida diosa!
El
bullying: La
falsa creencia de que por tener sobrepeso comemos más. Yo pasé temporadas en
las que solo comía una vez al día porque no sentía hambre. ¡Sorpresa!
Pánico en
la intimidad: El
terror que produce la intimidad. Te sientes insegura de tus curvas pronunciadas
por la grasa que te sobra. ¡No creo que sea sexi!
Senos
prominentes: Que tus
senos se vean más grandes por tu peso, y que los imbéciles te lo recuerden.
¡Gracias por el recordatorio, Sherlock de vereda!
Espejos
engañosos: Los
espejos de los almacenes parecen tener aumento; siempre te hacen ver más gorda
de lo que estás. ¡Estúpidos espejos, me están haciendo perder la fe!
Vestido
de baño: Sentir
terror al ponerte un vestido de baño. Es como prepararse para una película de
terror, pero sin los gritos y la vieja buenota que asesinan en la primera
escena.
Esfuerzo
sin recompensa: Pasar
horas entrenando, comer sanamente y no ver resultados. La frustración se
convierte en tu peor enemiga.
Felicidad
en la dieta: Nadie
es verdaderamente feliz haciendo dieta. Me he preguntado el sentido de la vida
sin poder disfrutar de la comida que me gusta ¡Es un dilema existencial!
Referentes
confusos: Pensé
que Adele, Melissa McCarthy y Rebel Wilson eran referentes de amor propio hasta
que adelgazaron. ¡Bien por ellas, pero no se olviden de nosotras!
Críticas
de las flacas: No hay
peor enemigo de una mujer gorda que una mujer flaca criticándola por su talla.
Peor aún, una gordita criticando a otra. ¡Es una competencia que nunca acaba!
El mito
del licor: El
licor engorda y no puedes consumirlo. ¡No me jodan con eso! El vino, la cerveza
y el tequila me extrañan.
Historia #1
Volviendo
a Twitter, es imposible no notar a las mujeres vende humo, esas que piensan que
retocando sus fotos nadie se dará cuenta de cómo son en la vida real. Un claro
ejemplo es Lalis, una matoneadora de oficio que se burla de los defectos
físicos de los políticos del lado contrario al que ella defiende. Incoherente,
¿verdad? Llamar "Porky" al presidente por su peso cuando ella podría
ponerse una falsa nariz de cerdito para hacer el papel de Miss Piggy. (Sí, está
mal, lo sé, crucifíquenme, pero es un ejemplo real).
La
chica recibió un poco de lo que está acostumbrada a dar y, como siempre, se
victimizó, algo típico en los militantes de su corriente. No me malinterpreten:
creo que nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a usar el peso de alguien en
su contra, especialmente si, según sus propias palabras, fue expuesta por
algunos de sus camaradas que la detestan. Puede que sea mala persona y pase sus
días destilando odio hacia quienes no están en la misma orilla ideológica, pero
tampoco la voy a defender. ¡Claro que no!
Atacar
su mayor debilidad, que creo que es el hecho de que se retoca las fotos y
oculta su cuerpo, no nos hace mejores personas. Por el contrario, nos deja al
mismo nivel de bajeza. Aquellos que se burlan de su peso lo hacen con la
intención de ofenderla y de desquitarse. ¿Se han preguntado alguna vez por qué
es gorda? ¿Si eso afecta su salud? O tal vez, si ese resentimiento y odio que
la caracteriza tiene algo que ver con su talla.
Y
aunque no me gusta su actitud, tengo claro que si a mí me atacaran por mis
kilos de más, a muchos de mis seguidores no les gustaría. ¿Lo aceptarían? ¡No
lo sé! Pero lo que sí sé es que debemos dejar de normalizar los ataques y
ofensas a las personas por sus enfermedades o defectos físicos. No está bien,
bajo ningún concepto. Lo siento, pero hay que demostrar grandeza. A la fecha,
sigo viendo que continúan las burlas y ataques hacia su peso.
¡Tremenda
ironía, no?
Historia
#2
Sigo
en Twitter (mi fuente inagotable para muchas cosas) y no puedo evitar recordar
las historias de parejas que no valoran a sus compañeras y las esconden por su
peso. He visto tantas, pero hay un caso que realmente me tocó el alma. Este
tipo la enamoró a través de Twitter. Pasaron meses, incluso años, manteniendo
una relación virtual, pero siempre tenía una excusa para no conocerla en
persona. Ella se lo permitía, pues su peso la hacía sentir insegura,
especialmente al estar con un hombre atractivo (según las fotos) que se jactaba
de los cuerpos esculturales de sus exnovias.
Nunca
hubo una videollamada. Hablaban por teléfono, pero siempre bajo el manto del
misterio. ¡Vivían en la misma ciudad! Planearon muchos encuentros, y él la dejó
plantada una vez con un pretexto estúpido. A pesar de eso, continuaban
"juntos". Ella nunca supo quién era su familia, ni sus amigos, ni dónde
vivía o trabajaba. En la red, nadie lo conocía, ni podía dar referencias de él.
Nunca contestó sus preguntas, siempre hacía caso omiso a sus reproches. Le
llamé un fantasma a él y a ella la llamé cobarde por no investigarlo, teniendo
los medios para hacerlo. Pero trato de entenderla; para muchas personas, a
veces es mejor no saber la verdad.
¡Qué
locura! Enamorarse de esa manera en esta época. No sabía si el hombre era quien
decía ser porque nunca lo vio en persona. Quién sabe si el tipo era casado o
tenía alguna psicopatía. Lo cierto es que, en todo ese tiempo perdido, ese
personaje jamás tuvo palabras de apoyo cuando ella se esforzaba por perder unos
kilos o hacía dieta. Nunca comentó las fotos que ella publicaba mostrando su
belleza, esperando tontamente una reacción positiva de su parte. Solo parecía
comprometerse cuando se le reprochaba su silencio, como si le avergonzara la
talla de la mujer que eligió, “la gorda”, a la que solía llamar el amor de su
vida.
Al
final, cansada y herida, ella se alejó. Fue fiel, paciente y honesta; de nada
le sirvió el amor que le profesaba. Sobra decir que tuvo la culpa por confiar y
creer en quien no debía, pero su mayor error, a mi parecer, fue carecer de
autoestima y no ver la maravillosa mujer que es. Ojalá el próximo en su vida
sea real y sepa apreciarla.
Hombres
jugando a ser galanes, mintiendo y fingiendo hay en todas partes. Mujeres
buenas no es que sobren, pero lo imperdonable es utilizar a una mujer, hacerla
sufrir bajo promesas e ilusiones, sabiendo que no se pueden cumplir. No se
juega con los sentimientos de las personas, ni se usan sus miedos para
dañarlas.
A
la protagonista de esta burla, mis respetos. Porque aunque tarde, se armó de
valor. Ella conoce mi opinión: el problema no son esos pendejos que no saben lo
que quieren ni para dónde van en la vida, escondiéndose tras el anonimato de
una red social. El problema eres tú, linda, que no te das el lugar que mereces
y solo te metes con perdedores tratando de ocultar tus inseguridades. Debes
quererte primero, para que la otra persona no lo haga.
Y,
¿sabes? Eso tiene solución. Se quita con un arma poderosa llamada AMOR PROPIO.
Te enseña a amar cada centímetro de ti, física y emocionalmente. El amor propio
no es un accesorio, y estoy segura de que cuando lo uses, no habrá nadie que te
haga sentir mal por lo que diga o calle. Esta vez no solo se trató de tu peso,
sino también de tu dignidad como mujer.
(Aclaro
que pedí autorización para contar esta historia; de no ser así, no me atrevería
a escribirla ni usarla como ejemplo).
Historias
de mujeres con sobrepeso y obesidad conozco muchas, y especialmente la mía. No
me alcanzaría el tiempo para contarlas todas, pero quiero enfatizar que el peso
no solo afecta físicamente; también lo hace mental y emocionalmente. No me lo
estoy inventando, es una realidad. Te miras al espejo y, debido a los kilos de
más, tu imagen corporal se distorsiona más allá de tu propia percepción. Esto
se llama trastorno dismórfico corporal, un trastorno mental
caracterizado por la preocupación obsesiva por un defecto percibido en las
características físicas. Este trastorno está asociado con el sobrepeso y la
obesidad, especialmente cuando ciertas conductas de riesgo terminan en
trastornos alimentarios como la bulimia y la anorexia.
También
están los trastornos del estado de ánimo y la baja autoestima. ¿Recuerdan la
ansiedad y la depresión de las que hablé en mi post anterior? Aquí también
aplica. Y ni hablemos de las enfermedades que nos ocasiona: diabetes,
hipotiroidismo, resistencia a la insulina, algunos tipos de cáncer, síndrome
metabólico, entre otras. Los problemas de salud como glucosa alta, presión
arterial elevada, colesterol, triglicéridos, ataques cardíacos y apnea del
sueño son solo algunas de las consecuencias. Pueden corroborarlo con un médico;
estoy segura de que les hará una lista mucho más larga. Y sí, es cierto que una
persona delgada también puede sufrir estas condiciones, pero los obesos están
más expuestos a ellas.
Así
que ahora lo saben: nuestra mente también está en riesgo. La burla y los
comentarios negativos de familiares, amigos o desconocidos afectan demasiado,
pero más aún aquellos que provienen de nuestra propia percepción. Esa vocecita
inquisidora que te acosa todo el tiempo y te recuerda que no te ves como
quisieras. Actualmente soy talla 12, pero cuando me miro al espejo, me veo dos
tallas más. Esto se refleja cuando compro ropa y las asesoras me indican que
las tallas 14 y 16 no son para mí. Sin embargo, soy terca; llevo esas prendas
porque, supuestamente, me siento más cómoda. Al llegar a casa, mido las prendas
nuevamente y, sin falta, tengo que pasar por donde la señora que le hace los
arreglos a mi ropa para recibir su regaño, porque, por enésima vez, escogí mal
la talla. Eso, señoras y señores que me leen, es un ejemplo de distorsión.
Aumento mi realidad física porque no he aprendido del todo a aceptar mi cuerpo;
no lo veo como realmente es. Me sigue faltando un poco de amor propio, ese que
siempre estoy proclamando a todo pulmón.
Cambiar
esa percepción corporal es una tarea difícil ante tantos estereotipos sobre las
tallas. Todos sabemos que las marcas tienen un tallaje diferente. ¿Sabían que
hay almacenes que llegan hasta la talla L y a eso le llaman “grande”? En otros,
se habla de tallas dos y cuatro para mujeres adultas. ¡Ah! Y tras todo eso, te
ofenden y estigmatizan por tu peso en la moda. Yo lo he sufrido con 15 kilos de
más. No quiero imaginar lo que tienen que pasar las mujeres con obesidad mayor
a la mía al momento de vestirse. En serio, ¿cómo será en otros entornos? Así
que sepan que es casi titánico lograr el equilibrio que nos piden cuando tienes
todo en contra.
No creo estar incompleta por estar en el primer grado de obesidad. Yo busco, ante todo, verme bien físicamente para satisfacerme a mí misma y no al mundo que no me comprende, pero que me instiga al cambio. "QUIERO PERDER PESO PARA ENTRAR EN LA ROPA QUE ME GUSTA Y NO EN LA QUE ME TOCA" sonará más a vanidad que a salud, y aunque me critiquen, así es. De hecho, mis enfermedades fueron descubiertas hace 9 o 10 años cuando fui al médico preocupada por el aumento de mi peso, no verdaderamente por mi salud. Lucho cada día por ambas cosas, como si fuera una carrera contra reloj. Eso es respetable, así que es momento de que algunos dejen de romantizar lo que no viven en carne propia.
La
sociedad debería empezar a tomar conciencia de que sobrepeso y obesidad no son
sinónimos de pereza, falta de esfuerzo, ni mucho menos de comer en exceso o
glotonería en todos los casos. Son enfermedades, y, sobre todo, es hora de
dejar de avergonzar a las personas que les caen mal, especialmente a las
mujeres por sus cuerpos.
Por
otra parte, se ha vuelto una moda que muchos hombres afirmen preferir a las
“gorditas” que a las delgadas, cuando en realidad babean viendo a una flaca en
bikini contoneándose. Eso es lo que genera la falsa empatía: estar del lado de
la víctima cuando es atacada para quedar bien ante su entorno social. Los
hombres que realmente se interesan en este tipo de mujer no ven la necesidad de
publicarlo, simplemente disfrutan sin esconderlo.
También
están esas mujeres que tienen dos o tres kilos de más, jurando ser obesas para
llamar la atención. A ver, señoras, ¿cómo van a desear un problema de salud?
Tengan claro que la hipocresía ante el peso también hace daño. Aquellas que
realmente lo tenemos sabemos que no es sano y luchamos por cambiarlo.
Otra
cosa que sucede en la sociedad es que no aprendemos a respetar a las mujeres
que aceptaron su peso y son felices de esa manera. A ellas les dicen que
promueven la obesidad. No, señores, sencillamente no necesitan la aprobación de
nadie. Ya es hora de acabar con los señalamientos y dejar de lado la doble
moral. Si estamos gordas, está mal, y si queremos operarnos, también. Al fin y
al cabo, ¿por qué nos joden tanto?
Cuando
una mujer muere por una cirugía estética en alguna clínica de garaje, los
primeros en sentirse acongojados son aquellos que la criticaban por su peso.
Sepan que esa mujer se sintió presionada por la sociedad que la rodeaba para
tener el cuerpo perfecto, ser aceptada y encajar con esos estereotipos tan
dañinos que la mayoría se pasa aplaudiendo. No se confundan; no es el caso de
todas. Entiendan de una buena vez que la talla de una mujer no determina quién
es ella en realidad.
Para
finalizar, es indudable que queda mucha tela por cortar sobre este tema. Tal
vez queda abierta la posibilidad de contar más historias en otra ocasión.
También tengo claro que no todo es malo; esa parte de la sociedad que no nos
condena debe describir a las mujeres con sobrepeso y obesidad de alguna manera.
A mí no me molesta que nos llamen gordibuenas, chicas curvy, gordi
poderosas, trozudas, o mujeres de tallas grandes,
siempre que sea con respeto.
Para
nosotras, se trata de un proceso de aceptación, de una lucha constante con
nuestra mente y cuerpo. Pero para ustedes, y todos aquellos que sienten la
necesidad de recordar el “GORDA” como insulto, ¿se han puesto a pensar si
tienen alguna fobia sin diagnóstico? ¿Un miedo incesante a pasar por lo mismo
que critican y a dejar de encajar en el mundo perfecto que los envuelve?
¡Piénsenlo!
Les dejo un video de John Legend - All of me
Esta canción y video no hablan de una mujer gorda, pero si del inmenso amor que un hombre tiene por todas las imperfecciones de la mujer que ama.
Ale Acosta.
Contadora de profesión, Twittera por vocación y ahora escritora de mis propias historias como método terapéutico.
Comentarios
Publicar un comentario