Para esta segunda parte,
pretendo enfocarme en esas situaciones que tanto hombres como mujeres alientan
deliberadamente para el (des)empoderamiento femenino dentro de las sociedades.
Con esto, espero que quede claro que no escribo solamente sobre la nuestra.
En la actualidad, existe un
micro machismo, que se define así: son estrategias imperceptibles por parte de
los hombres en la cotidianidad que atentan contra la autonomía femenina y que
pueden ser, o no, intencionales. Es solo un producto de la reafirmación
cultural de la que proceden. En palabras mías, se trata de pura y física
manipulación, tanto emocional como económica, contra las mujeres que han
logrado tener independencia.
A mi parecer, sin importar si
las intenciones son conscientes o no, esto es un tipo de abuso que se ha
permitido y, a los ojos de todos, es normal. Lo explicaré de esta manera:
Cuando ser una mujer exitosa se convierte
en pecado
Bien sabido es que muchas
mujeres (muchas no son tantas ni tampoco todas, valga la aclaración) son, a
pesar de la independencia económica que hayan logrado obtener, dependientes
emocionales. Creo que, al tener todo lo que se han propuesto, el único vacío o
propósito que les queda pendiente por alcanzar es conseguir una pareja con la
que compartir y construir un futuro juntos.
Es un tanto vanidoso por parte
de algunas creer que eso es el final soñado, pero muchas veces se convierte en
una historia dramática y, para otras, en una de terror cuando el desteñido con
el que están les corta las libertades. Entonces, ambientaré la historia. Diré
que ella es Doña Empoderada: la que materialmente lo tiene todo, pero
emocionalmente le falta pasión, besos, compañía y, como tal, amor.
Un día, conoce un fulano al que
le llamaré Don Inseguro. Parece ser el indicado, de esos hombres comprensivos
que resaltan y valoran el tipo de mujer que ella es. <En apariencia.>.
Todo es maravilloso: risas, chistes, llamadas hasta el amanecer, mensajes de
buenos días, tardes y noches, planes juntos (todo el paquete de conquista y
enamoramiento).
Hasta que mi querida Doña
Empoderada empieza a contarle de su trabajo, lo que gana e incluso todo lo que
hace con su libertad financiera. Desde el principio, ambos sabían (por aquello
de los ataques de sinceridad y las confesiones de pareja) las diferencias
económicas y sociales que había entre ellos, que parecían no ser importantes.
Al inicio de la relación, todo era PER-FEC-TO.
Para no hacer larga la historia,
supongo que la mayoría sabe que no termina en cuento de hadas. Al final, Doña
Empoderada, quien avanzó en la relación luchando por ser aceptada con su
independencia por su amado Inseguro (que, pese a no decírselo, fue demasiado
obvio que así se sentía), no pudo soportar el éxito de su pareja. Entonces, él
empezó a descuidarla, a criticarla por sus gastos: << ¿Otro reloj, mujer?
Pero si ya tienes varios.>> O a hacerla sentir mal: << ¿Por qué no
le donas dinero a fulana o a mengano? Están necesitados y tú tienes con
qué.>>
Como quien dice: “No gastes
tanto, ayuda más”. Las críticas seguían porque Doña Empoderada quería un nuevo
carro o porque la cantidad de zapatos que poseía le parecía excesiva. En razón
a todas esas cosas, él fue abandonándola lentamente, pero sin tener el carácter
para dejarla de forma definitiva. Mientras ella, con toda su fragilidad
emocional, terminó convencida de que solo perdió tiempo y fue ilusionada por un
tipo de mente corta y pocas ambiciones, que no le daba nada, pero sí quería
decirle qué hacer con su plata.
Adicional a esto, él no se
sentía a su altura. El idilio terminó en un bloqueo de WhatsApp y de cualquier
red social que compartían. (Así se acaban las relaciones modernas).
La verdad es que no todos los
hombres pueden alcanzar una estrella, y si lo logran, no saben qué hacer con
ella, porque su brillo, en vez de iluminarlos, los opaca. Este es un caso de (des)
empoderamiento y también de micromachismo: tener a una mujer que saben no está
a su alcance para luego usar sus emociones y fragilidades en su contra. Como si
fuera un pecado ser exitosa, y por serlo, no pudiera ser merecedora de amor.
(Esta situación es abuso y no se debe normalizar en ninguna relación).
Abundan cantidades de hombres
que, aunque no lo admitan (lean bien que no generalizo), les encantan las damas
necesitadas; aquellas que dependen de ellos hasta para comprarse los cucos.
Quieren mujeres con menor salario, poco estatus social, menos educación, gustos
más sencillos, que no gasten demasiado, que no sean tan vanidosas y con metas
no tan altas como las de ellos. Así se sienten cómodos dentro de una relación
donde continúan su papel a satisfacción de proveedor económico.
Claro, el problema para este
tipo de hombres radica en que aman conquistar mujeres independientes, que son todo
lo contrario a lo que en realidad merecen y necesitan. Luego andan intimidados
y sintiendo que no tienen dominio sobre ellas. Yo lo llamo un juego de poder
salido de control; una mala apuesta en la que al final terminan perdiendo
ambos, pero, en especial, los hombres que quisieron jugar con fuego. Quemaron a
la hija ajena que no tenía culpa de sus inseguridades y se asfixiaron ellos
mismos con el humo.
Los tiempos cambian, ¿o no?
No sé en qué momento le
vendieron a la humanidad la idea de que, para estar completas como mujeres, debíamos
casarnos, tener hijos y quedarnos en el hogar criándolos. A nombre propio, no
le encuentro sustento lógico a este argumento, ni tampoco encontré en Google
(sarcasmo) quién fue el primero en decirlo. Lo más seguro es que fuese un
hombre inseguro, pero dotado de poder y credibilidad en la sociedad moderna.
Después de tener un apagón cerebral, se le ocurrió esta grandísima idea. Al
reiniciarse, pensó en algo como: "Oh, las féminas son seres
inferiores que estarán completas en el momento en que cumplan el rol de esposas
y madres, prestándole su vagina y vientre a la humanidad para continuar la
especie." ¡Semejante ridiculez! (Ojo, esto es una conjetura mía
llena de ironía ante las creencias infundadas sobre lo que debemos ser las
mujeres; nadie lo dijo literalmente).
Lo peor de todo es que el mundo
tomó por cierto la idea principal y a muchas nos tildan de incompletas al no
cumplir con esos requisitos. ¿Quién carajos dijo que esa es la existencia que
todas queremos? Respeto en la actualidad a todas esas mujeres que optaron por
ser amas de casa por elección propia y no porque se lo inculcaron. De hecho,
ellas han roto esos moldes absurdos y han dignificado las labores del hogar sin
estar sometidas.
Hay que entender que una mujer
puede ser feliz y realizada quedándose en el hogar, o también puede ser feliz y
realizada siendo soltera, independiente y profesional. Ambas opciones son
válidas. Es hora de que la sociedad deje su doble moral y rompa esos modelos
que no encajan en un mundo moderno, que se construye también con el esfuerzo de
las mujeres.
Felicidades a las amas de casa
que lo dan todo por su hogar, y bienvenidas las independientes que disfrutan de
la vida sin necesidad de tener un hombre inseguro al lado que las mantenga y se
crea su dueño. No menos importante, señores: dejen de medir el amor entre un
estereotipo de mujer y otro. No nos juzguen porque algunas somos emocional y
económicamente independientes. Aunque nos cataloguen de creernos superiores, no
es así; ustedes solo están buscando un pretexto para justificar que no encajan
como quisieran con todas las mujeres de su entorno.
No olviden que tienen la
libertad de elegir con qué tipo de mujer quieren tener una relación; nadie los
obliga a estar con una que presume todos sus triunfos.
(Des)empoderamiento Femenino:
El tabú de la falsa independencia que nos vendieron y que ahora no les gusta.
La sociedad, que todo lo critica
y cuestiona cuando se fastidia de sus propios inventos, debería llamarnos “las
(des)empoderadas” (pero no lo harán, ni lo aceptaran en público) a aquellas
mujeres que hemos salido adelante solas y hacemos alarde de ello. Siempre lo
presumiremos con orgullo. El mundo resolvió que nos tocaba esforzarnos más para
estar a la par de los hombres, y lo hicimos porque así quisimos. La verdad es
que solo era un asunto de respeto e igualdad de condiciones.
Los hemos superado en muchos
ámbitos, pero para nosotras nunca se ha tratado de una competencia. Son nuestros
semejantes; así nos crearon. No es un juego social; no subsistimos en un mundo
de hombres, vivimos en él, y lo hacemos mejor. No porque sea malo, sino porque
lo complementamos. Si "(des)empoderarnos" es quitarnos el poder de
todos nuestros esfuerzos, se equivocan al esperar construir una sociedad mejor
cuando no pueden con la arquitectura de la actual. No podrán tampoco con las
mujeres independientes que se siguen formando cada día a pasos agigantados, y
nada las detiene.
Nos sacaron de su costilla, señores,
es decir, de su costado, no de sus pies, ni tampoco de su espalda. Siguen
fallando al pensar que el empoderamiento femenino era solo una ilusión de una
sociedad que buscaba engañarnos haciéndonos sentir débiles. Está demostrado
que, en realidad, no lo somos. Nos desafiaron para llenar espacios y lo
sobrepasamos. Cualquiera que sea el reto, lo vamos a superar.
Cada vez que quieran criticar el
progreso de una mujer o desmeritarla, no importa cuál sea su género, antes de
señalarla, piénsenlo dos veces. Esa crítica, tanto machista como feminista,
está hablando de sus propias carencias, verdades a medias con las que crecieron
y llegaron a su vida adulta.
De (des)empoderada a
empoderada: la historia de una mujer que volvió a ser ella
Hace años, una colega tuvo
problemas de pareja e inseguridades que su esposo había sembrado en ella. Así
lo deduje cuando empezamos a tener confianza y comenzó a contarme su historia.
El esposo contaba con estudios como técnico profesional (no recuerdo en qué),
mientras que ella era contadora con un par de especializaciones. Por ahí
empezaban las diferencias que él no podía manejar, pero que muy hábilmente
usaba a su favor. Todo el tiempo la manipulaba, diciéndole que si ella ganaba
más dinero, debía hacerse cargo de la mayoría de las obligaciones del hogar.
Él, con su salario, se pasaba de farra, siempre bajo las naguas de su mamita,
una señora muy resentida por su condición social. Vivía en un barrio muy al sur
de la ciudad, mientras que mi colega provenía de un estrato cinco. (No nos
gustan las diferencias sociales, pero existen)
Llevaban años en esa historia
hasta que empezamos a trabajar juntas. Ella es una profesional admirable en el
campo contable, pero, obligada por sus problemas conyugales, descuidó su
apariencia física y pospuso muchos planes personales. Como debía cubrir los
gastos del hogar, nunca tenía dinero para comprar ropa; siempre andaba
alcanzada de plata. Pero lo peor era la tristeza con la que permanecía. Me daba
ira la situación; sin embargo, entendía que todo lo hacía por su hijo.
Un día la invité de compras. Me
manifestó que no quería ir porque, por obvias razones, estaba sin dinero. Le
dije que se relajara, que yo le prestaría y después veríamos cómo me pagaba.
Así logré que fuera sacando la ropa acabada de su closet que no le permitía
lucir profesional. Comencé a llevarla a la peluquería donde yo iba; eso la
hacía sentir muy bien. También salíamos al cine, a comer o a cualquier
cafetería, y así seguíamos conversando después del horario laboral. Ella no
tenía espacios propios para salir de la rutina, y me gustaba ayudarle con ese
tema.
Como mujer, fue recuperando poco
a poco su autoestima; el brillo en sus ojos iba regresando y la tristeza
desapareciendo. Yo seguía aconsejándola, haciéndole ver que una pareja es una
sociedad y que ambos tienen igualdad de deberes y obligaciones dentro de la
misma. Pasaron muchos meses; tanto va el cántaro al agua hasta que lo rompe.
Ella se armó de valor y un día le dijo a su esposo que no desconocía las
diferencias económicas, pero que en adelante iban a compartir por igual los
gastos, porque ella no seguiría asumiendo toda la carga del hogar. Si no le
servía, se sentarían para hablar sobre la separación.
El hombre quedó mudo, según ella
me contó. Pasaron los días, y él, asombrado por su cambio de actitud y
apariencia (porque también la había llevado al dermatólogo y le recomendé
maquillarse un poco), estaba aterrado por la transformación. Empezó a notar que
ahora era ella quien se alejaba y se veía decidida. Compró su propio vehículo;
el que tenía el esposo lo había adquirido con dinero de mi compañera, pero no
podía utilizarlo porque era el medio de transporte de él para su trabajo,
mientras a ella le tocaba andar en bus. ¿Qué tal, ah? Hay mujeres que son
mejores que el pan cuando están enamoradas.
Por otra parte, ella comenzó a
ahorrar y compró su apartamento. Primero consultó con un abogado, ya que su
esposo no había puesto un peso, y por ser cónyuges, si llegaban a separarse,
los bienes adquiridos en el matrimonio se repartirían en partes iguales. Hasta
allá no supe cómo arregló esa situación, pero lo cierto es que en esta historia
el final fue bueno. Él empezó a preocuparse por perderla; era más atento,
pasaba más tiempo en casa y abandonó la parranda con sus amigos. Se dio cuenta
de que su mamá lo influenciaba mal, aceptó las diferencias y se permitió a sí
mismo dejarse ayudar por ella para estudiar una carrera profesional. Hoy en día
tienen una oficina juntos, les va bien y, para que no se me malinterprete, no
soy la amiga HP metida, por si esperaban que resultara ser la mala en cualquier
momento de la historia.
No todos los hombres son
iguales. Algunos pueden cambiar y brillar junto a su pareja. Ellos las
escogieron pese a las diferencias; entonces, que asuman las consecuencias de
sus acciones para poder ser felices y estar tranquilos.
(Des)empoderamiento en la actualidad
· Ahora nos quieren (des)empoderar con estrategias populistas producto del feminismo de garaje que les conté en la primera parte del post.
Qué tal eso de la licencia menstrual? Otra
aberración para hacernos ver impedidas, una excusa por mujeres sin tenacidad y
que encuentran en la propia naturaleza femenina una enfermedad donde no hay.
Estoy segura de que una pastilla para el dolor nos ayuda a recuperar de esas
molestias que son normales en el funcionamiento de nuestro organismo y con las
que a través de los años hemos aprendido a vivir.
(El caso se dio en Argentina,
pero con tanto populismo en el país, no dudo alguno que de nuestros ilustres
políticos de izquierda copie la idea. Si ven, otra vez el tema tiene que ver
con política).
· El turno es para los fanáticos religiosos. Estos aseguran que Dios estableció el sometimiento de la mujer, algo así como el dominio y la represión de la esposa convertida en esclava, por lo tanto, su propia veneradora.
De acuerdo a
esta beneficiosa tergiversación que los favorece, las mujeres estamos
supeditadas a su yugo e incluso debemos callar ante su presencia. ¡No faltabas
más!
No les da
vergüenza manipular la palabra de Dios de esa forma tan aberrante; creen que
las mujeres debemos estar casi que esclavizadas al hombre. Sin embargo, lo malo
no es lo que piensan, sino el convencimiento con el que lo afirman e inculcan a
sus feligreses.
Tan apegados
a la palabra, desconocen que la blasfemia igualmente es pecado. Ignorar el
papel de la mujer en la historia de la humanidad también es (des)empoderamiento,
a mi parecer.
- No hace mucho tiempo, la mayoría de los
hombres, producto de su crianza machista, estaban convencidos de que
empoderar a una mujer era desposarla. En el momento que los problemas
matrimoniales comenzaban, la amenaza era irse de la casa y llevarse todo.
Otros se iban, pero dejaban las
cosas del hogar a sus esposas porque, a su parecer, se lo habían ganado, y ese
era el premio de consolación ante el abandono. Hoy día, muchos dicen: “Me voy,”
y ellas responden: “Hasta luego, mijo. Yo trabajo, me mantengo sola y usted
no hace falta.” Ahí verá si les envía dinero a sus hijos y cumple con su
obligación.
Sé que siempre me critican por
generalizar, pero no es así. No lo hago; si se sinceran, estoy segura de que
conocen por cantidades las historias que aquí escribo, y son tan comunes que la
misma sociedad las normalizó. Eso me hace considerar que estas situaciones, en
apariencia naturales, tienen su cuota de (des)empoderamiento.
- A la suscrita, por ejemplo, le llegaban
mensajes privados en Twitter con invitaciones de todo lo que se les
ocurra. Ah, claro, la mala era yo cuando trinaba que no aceptaba sus
insinuaciones y no salía con nadie de esa red social.
Leía comentarios de mujeres
diciendo que no debía exponerlos ante las masas de esa manera (jamás di
nombres). ¿Qué pecado, carajo? A ellas no las invitaban y a mí sí; yo era la
culpable. Según las señoras, yo presumía de esas invitaciones. ¡JA! No es mi
deber darles consuelo ni explicarles que sus necesidades no son las mías.
Muchos de esos personajes, al
leer mi negativa y queja pública (porque nunca les di respuesta más que
silencio), optaron por hablar mal de mí en grupos. Decían: “Esa Ale se cree una
chimba, tan creída, arrogante, antipática, ni buena que estuviera,” y otros
comentarios aún más despectivos con relación a mi peso, los cuales supe porque
la gente no se queda callada. Muy amablemente, me hicieron llegar los
pantallazos de todo lo que decían los fulanos.
Entonces, yo era muy linda,
inteligente, graciosa y suspicaz cuando me invitaban a salir, pero luego me
creía una diva al ignorarlos, la bruja que no les contestó. (Des)empoderamiento
duro y puro; este es un gran ejemplo: alabar a una mujer para que acepte las
pretensiones de los hombres y luego buscar la manera de invalidarla porque ella
no accede. ¡Bloqueados por pendejos y habladores!
Los mencionados solo fueron
algunos casos a modo de referencia sobre las formas más usadas en pleno siglo
XXI con las que se pretende (des)empoderar a la mujer. Obvio hay muchas otras,
no menos importantes en el campo laboral, sin embargo, en otra ocasión hablaré
de ellas.
Lo cierto es que las hay por
cantidades; las vemos a diario. Sin embargo, tal cual les mencioné en otro
párrafo, se volvieron tan comunes que la sociedad los normalizó y dejó de verlas
como en realidad son: la discriminación en toda dirección y, en especial, por
razones de género.
Epilogo
La independencia femenina es un
pilar fundamental para el desarrollo personal y social. Sin embargo, los micromachismos
que persisten en nuestra cultura alimentan el (des)empoderamiento, afectando la
autoestima de muchas chicas. Mi aporte al escribir sobre este tema
controvertido es que, con cada historia aquí compartida, tanto hombres como
mujeres reflexionemos sobre nuestras acciones y palabras, y cómo a menudo nos
despedazamos entre sí, llenos de indignación o burla, en lugar de apoyarnos.
Hombres y mujeres no somos
enemigos. (tampoco entre mujeres deberiamos serlo) La verdadera lucha debe
ser contra los sistemas que perpetúan esta dinámica. Tal vez no haya un momento
perfecto para cambiar nuestro comportamiento en sociedad, pero debemos hacerlo
como una decisión personal. Lo cierto es que es fundamental que cada uno tome
la decisión personal de actuar y promover su propia revolución.
Finalmente, este no es un tema
de corte feminista. Sepan que a los hombres también los (des)empoderan,
discriminan, maltratan y vulneran.
Cuéntenme, ¿ustedes (tanto damas
como caballeros) han sido o se han sentido (des)empoderados?
Ale Acosta
Contadora Pública de profesión, Twittera por vocación y ahora escritora de mis propias historias como método terapéutico.
Descargo
de responsabilidad: Las historias
narradas en este post se basan en experiencias reales. Aunque he presentado
estos relatos desde mi perspectiva, la interpretación de los hechos puede
variar. No tengo la intención de emitir juicios sobre las personas
involucradas; cualquier opinión expresada aquí es exclusivamente mía. Las
situaciones descritas son ejemplos de vivencias personales y no buscan
generalizar ni representar la realidad de todas las mujeres o todos los hombres
en circunstancias similares. La intención es provocar reflexión y diálogo, no
establecer verdades absolutas.
Excelente post Ale, como siempre nos tiene acostumbrados.
ResponderBorrarMuchas gracias por leerlo.
BorrarMe encantan tus post... Ale...ojalá y los leyeran🌹🙏tienen un gran significado 🌹
ResponderBorrarmuchas gracias por leerlo, también confió en que puedan leerlo muchas personas y les sirva de algo.
BorrarInteresante lo que escribes, la mujer empoderada pero igual femenina y amorosa. un abrazo.
ResponderBorrarMuy interesante,
ResponderBorrarQue buen mensaje, claro que sí para muchos es una gran reflexión.
ResponderBorrarWaooo! Me encantó tu post! Más real no puede ser todo lo que dices!
ResponderBorrarExcelente!!!👍👏👏👏
ResponderBorrarExcelente 👌
ResponderBorrarTema espinoso. Que hoy en día va en los dos sentidos. Las diferencias sociales, laborales y profesionales se usan para ďesempoderar a la pareja. Si bien el tema es más notorio en el caso femenino tambien pasa con los hombres. Y es aquí donde haciendo hincapié en lo que expone Ale. Quien dijo que una persona se realiza casándose. De donde salió que es obligación para estar en sociedad casarse. No. Y en caso de hacerlo deben tener claro que es una simbiosis donde ambos tiene igualdad de deberes y derechos. Independientemente de sus diferencias socioeconómicas. Para terminar excelente escrito Ale Acosta.
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