Ayer estuve en un gastrobar. Mientras esperaba mi coctel, escuché una conversación casual entre dos jóvenes de treinta y tantos. Uno le decía al otro que “Naty” su novia, ahora ex, lo dejó de la nada luego de varios años y que ella estaba disfrutando y saliendo con amigas como si no le doliera, como si no le importara el rompimiento, solo porque ella lo descubrió con otra. Según él, no era para tanto, porque claro, ser descubierto con otra en la cama no es para tanto, ¿cierto?
Mientras él
(pobrecito él) se sentía herido en lo más profundo de su cochino, infiel y
desleal ser que fue expuesto y puesto a prueba, yo estaba que intervenía en la
conversación y les daba mi humilde opinión. No eran suficientes mis levantadas
de ceja o mis “no te lo puedo creer mentales” ante cada comentario, pero ajá,
tampoco puedo ir por la vida metiéndome en dramas en los que no me han invitado
a participar, no soy quién para corregir la ceguera ajena, aunque la verdad me
habría encantado hacerlo ante tanto cinismo.
Esa tendencia a creer que las mujeres olvidamos rápido
al terminar una relación esta mandada a recoger, eso de catalogarnos como zorras
insensibles por volver al mercado del usado con un poco de diversión para
encajar en el mundo que nos perdimos por andar enamoradas ya no se usa. Tampoco
es que borremos sentimientos de un chasquido (ojalá así fuera). Sucede que cuando les pedíamos a gritos que
cambiaran para mejorar la relación y ustedes no lo hacían, nosotras solo estábamos
juntando decepciones, pero también llenándonos de valor para irnos porque, pese
a saber que la relación no funcionaría (porque tercas si somos), aun con sus
puercas actitudes, teníamos la mínima esperanza de poder arreglar lo que estaba
destruido. Las mujeres casi siempre creemos que podemos arreglar con amor lo
que no dañamos cuando se trata de hombres; para reparaciones locativas siempre
contratamos expertos. ¡Eh ahí el
problema!
A fin de cuentas, en el intento por reparar lo que ya
venía defectuoso, los señores no hicieron caso a las alertas continuas, a los
letreros que salían de nuestros rostros, a las lágrimas producto del dolor que
no consumía. Solo nos quedaba la
frustración de hacerle el duelo a la relación estando en ella; era una dolorosa,
pero necesaria implosión que nos destruía el alma y nos quitaba el brillo. Aun así,
no se confundan, queríamos quedarnos, lo dimos todo, pero sabíamos también que debíamos
irnos. Es una situación que, aunque nos tome años nos lleva a recoger nuestras
piezas e irnos tranquilas.
Al final ya no
hay escándalo, no hay mensajes interminables en WhatsApp, como tampoco el
querer tener horas de sesiones para resucitar el amor cual terapeutas. Lo
hicimos antes, cuando queríamos quedarnos y pasábamos por encima de nuestra paz
mental pensando que había solución, pero los limites también explotan y ya no
hay vuelta atrás.
Así que, el olvido no es tan rápido como piensan;
aunque nos cueste la vida y aunque nos cueste el llanto, ese “pero te tengo
que olvidar” de nosotras va demasiado en serio, porque uno puede poner
puntos suspensivos varias veces esperando a ver que pasa, pero el día del punto
final es uno solo, y los hombres no lo ven venir. Ya no queremos hablar, ni
reparar nada, no queremos escuchar excusas como tampoco promesas de falsos
cambios, se acabó y punto.
Debo aclarar que esa parte del duelo emocional que
mencioné anteriormente, por más real que sea, no tiene nada que ver con
guardarle luto a un vivo al que le valiste madres. Puedes empezar una nueva
relación un día, una semana después, o el tiempo en el que consideres que estas
listo para comenzar de ceros con otra persona. ¡Hágalo! El que quiera luto
después de un rompimiento que se muera. Por ejemplo, en los funerales uno se
viste de negro por respeto y consideración, no por obligación. Terminar con
alguien es solo el fin de algo que no funcionó; el respeto lo aplicó durante la
relación, no hay necesidad hacerlo después. De hecho, está bien celebrar los
finales y vestirse de colores porque, en realidad, son nuevos comienzos. Murieron
tus sentimientos hacia otra persona, no tú físicamente. Es fundamental interiorizar
que debía suceder de esa manera, que algo mejor puede llegar o no, y que
sencillamente… ¡Se acabo la relación, no la vida!
Epílogo Reflexivo:
“Nunca entenderé por que los
hombres no saben quedarse, pero tampoco saben irse, al igual que no entiendo por
qué las mujeres nos aferramos tanto a lo que no nos conviene.” Intento creer que quizás el problema es que somos todos expertos en autodestrucción, pero
novatos en el amor propio.
Ale
Acosta
Contadora de profesión, especialista, magíster en proceso, twittera (en
declive) y escritora de historias como método terapéutico.
Disclaimer: Las historias presentadas en este post se basan en hechos reales y
experiencias compartidas por sus protagonistas y cuento con su autorización.
Aunque he narrado sus relatos desde mi enfoque como contadora de
historias, la interpretación de los eventos puede variar. No tengo la
intención de hacer juicios sobre las personas involucradas, y cualquier opinión
expresada es exclusivamente mía. Las situaciones descritas reflejan vivencias
personales y no pretenden generalizar ni representar la realidad de todas las
personas en circunstancias similares.
Comentarios
Publicar un comentario