Estuve indagando un poco sobre quien habría escrito
esta maravillosa frase que, a mi parecer, destaca la importancia de no generalizar
cuando hablamos de los hombres. Es tan sencillo reducir a todos a una misma categoría
debido experiencias negativas. Pero, siendo justas, nosotras tampoco somos
todas iguales. ¡Pobre de aquel que diga en voz alta lo contrario!
No encontré una fuente
confiable sobre quien es la persona que la escribió; solo tengo claro que se ha
difundido en redes sociales al punto de perderse su autoría (si alguien sabe quién
es el autor, agradecería me lo indicara para darle el reconocimiento que merece)
Lo importante es el valioso contenido de la frase, que nos muestra cuán simplistas
e injustas podemos ser.
Reflexiones iniciales
Con el anterior post que escribí y debido a las
opiniones de varios lectores, caí en cuenta que estaba en deuda con los hombres
que me leen. Siempre me he enfocado en contar historias sobre las mujeres, tal
vez porque hay tanto que contar de nosotras… y en los hombres solo vemos un común
denominador en sus malas acciones.
En esta ocasión, quiero resignificarlos un poco. Bien
dicen por ahí que no todos los hombres son iguales y que hay unos peores que
otros, pero hay que admitir que algunos se esfuerzan por no caer en los
estereotipos. Para ellos, mis respetos por no ser una caricatura de lo que el
mundo condiciona; para los demás, es hora de dar el primer paso y demostrar que
pueden salir de la categoría común.
Historias de hombres maltratados
Expectativas sociales y decisiones
muy personales
Una conocida dejó al tipo con el que salía porque, aunque
era una excelente persona, el sexo era más que bueno y la trataba divinamente,
ella sentía que la baja estatura de él no llenaba sus expectativas sociales. Además, no quería que su ADN se viese
comprometido con unos futuros y posibles hijos que no alcanzaran ni siquiera la
estatura promedio. Eso era algo con lo que, no estaba dispuesta a lidiar. Sorpresa,
ella también era un 'Minion', pero claro, sus estándares estaban en el infinito
y más allá. Puedo entender los miedos de ella, pero me pregunto: ¿dónde quedan
los sentimientos de él? Este es un claro ejemplo de cómo las expectativas
sociales tienen tanto peso en las decisiones personales. Cruel, ¿verdad? Pues
esperen, hay más.
Otra historia: Sacrificio y
deslealtad
La amiga de la amiga de una amiga se casó muy joven;
de hecho, ya traía una criatura a bordo y, aun así, su pareja asumió el rol de
padre. En los años duros de la relación, él dejó de estudiar para que ella
continuara haciéndolo. Ella trabajaba como freelance en muchas empresas, y acordaron
que él se dedicara al hogar, a los niños, a ser su conductor e incluso su asistente
personal.
Ella cubría todos los gastos, y todo parecía funcionar
a la perfección, hasta que la economía subió y su amor cayó a la baja. De
repente, empezó una sórdida relación con el dueño de una empresa, un hombre
inteligente y “de mundo” (supuestamente) que, claro, nada tenía que ver con su
fortuna. Para ella tal vez era una cuestión
de Sapiosexualidad. El empresario superaba los sesenta años, y su presencia era
algo buñuelesca; no me refiero a las obras de Buñuel el cineasta español, sino más
bien al sentido coloquial del término. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar? A todos
nos habrá pasado, tener un momento de humildad.
En pocas palabras, las “virtudes” de este señor” hicieron
que la ahora acreditada profesional empezara a ver a su sacrificado esposo como
un empleado más a su servicio. Es de anotar que el esposo estaba en los cuarenta,
de buena apariencia, pero carente de títulos, propiedades y, principalmente
dinero, el mismo que no tenía cuando descubrió la traición y decidió irse de
momento. Pobre, y lo digo literalmente, ya que no tenía nada a su nombre, ni
casa, ni vehículos, ni cuenta bancaria, confiando ciegamente en su “abnegada
esposa” que, al parecer, solo trabajaba para ella misma.
Recordemos que él era más que un simple esposo; era
conductor, asistente, niñera, empleado doméstico y, finalmente, en su proveedor
de servicios sexuales cuando su amante tenía que dejarla sola cada fin de
semana, puesto que también estaba casado. Esas migajas de amor lo mantuvieron
en la ilusión de que ella no quería perderlo pese a su desliz. De por sí, ya es
triste el engaño, pero es aún más triste, que él pensara que ese amor destructivo
era lo que merecía.
Yo solo puedo pensar en: ¡Por favor! Si puedes engañar
a tu pareja que ha hecho todo por ti y luego dejarlo en la calle, estás lista
para destruir a cualquiera. Sobra decir que nunca debemos confiar en este tipo
de personas; la infidelidad no tiene géneros y la deslealtad tampoco.
Con esta historia, vemos cómo las trampas de las
expectativas sociales, personales y económicas desafían las relaciones de
pareja, menospreciando a un hombre dedicado y entregado. Si cambiamos el
enfoque, veríamos a una ama de casa remplazada por una profesional con curvas
perfeccionadas por el bisturí; algo que parece haberse normalizado. Sin
embargo, cuando el engañado es un hombre, se minimiza la tragedia. ¡Que lo
soporte en silencio, al fin y al cabo, ellos lo hacen peor! ¡Bien merecido! Dicen
por ahí. ¿y la empatía que está de moda, dónde queda?
La doble moral y otros pecados de
mi tierra
En mi pequeña ciudad natal, “un pueblo grande” como solía
llamarlo mi papá, había una allegada a mi familia, una mujer elegante, educada
y de una belleza imponente, se casó con el dueño de un par de farmacias y tuvo
dos hijos. En apariencia todo iba bien, hasta que, en medio de una campaña política,
conoció a un carismático líder social con grandes aspiraciones. En efecto,
alcanzó muchos cargos de elección popular y sé que hoy día es un poderoso senador
de la República por la costa caribe. Enamorada del futuro político, (o tal vez
de su físico, ¿quién puede saberlo? ¡JA!), terminó abandonando a su esposo y,
en nuevas nupcias, se quedó con quien le ofrecía un futuro prometedor. Sorprendentemente
nuestra conveniente sociedad la aplaudió por mejorar su estatus económico y
social.
Mientras tanto,
su exesposo quedó solo, trabajando en sus farmacias, “visto como un pendejo más”.
Obvio, nadie lo culpaba, solo lo compadecían, lo cual, en realidad, es mucho
peor. Así es como, desde muy niña, entendí que la doble moral de la sociedad es
bastante flexible: cuando una mujer engaña para ascender en la escala social,
es celebrada; pero cuando los roles se invierten, desaparece la indulgencia. ¡Ah,
las vainas de mi pueblo!
Presiones por la apariencia física y
expectativas sociales.
Un conocido fue abandonado por su pareja de años. ¿la razón?
Él era gordito, de esos que se sienten bien seguros de su físico. Ella así lo conoció
y así se enamoró. Pero claro, cuando una mujer decide reinventarse, empezando
por su físico, pretende que todos a su alrededor se unan al club del cambio,
empezando por su pareja. El desenlace: El no quiso cambiar (bien por su amor
propio) y ella lo dejó. En su vida fit terminó casada con el entrenador del gimnasio.
Aquí vemos como las expectativas físicas también ejercen presión contra los
hombres, es como si las apariencias tuvieran mayor peso que los sentimientos.
¿Quién lo diría? unas buenas pesas son todo lo que
necesitas para cambiar al amor de tu vida… y si esto no funciona, puedes
levantar otro amor u otra vida. ¡Shhh, esas son cosas que solo hacen los
hombres!
Los hombres también son presionados por las expectativas
sociales. La mayoría las evita o las ignora, pero unos pocos valientes lo
asumen como desafío. Ya saben cómo va la cosa: ellos a cierta edad, se espera que
tengan estudios profesionales, un buen cargo o, en estos tiempos de modernidad,
un buen emprendimiento. Incluyamos a la lista: casa propia, un carro decente y la
suficiente solvencia económica por si en un arrebato de su vida loca
deciden casarse un poco después de los treinta para no ser considerados perdedores.
Así, a la antigua, con las reglas de la vieja escuela. ¡cómo no!
Violencia de género: La otra cara
Cuando hablamos de violencia de género, el imaginario
social solo contempla la que va de hombres a mujeres. Por lo general, es la más
común y, lamentablemente la que tiene mayor incidencia. Sin embargo, hay un pequeño
indicador del que casi nunca se habla: la violencia que padecen los hombres por
parte de sus parejas “mujeres”. Esta violencia se manifiesta de todas las formas:
física, verbal, psicológica, sexual, patrimonial, social, simbólica y la lista
continua.
No pretendo hacer un análisis exhaustivo ni convertir
esto en materia de estudio; sería irresponsable de mi parte escribir sobre el
tema a la ligera. Por lo general, cuando los temas son muy sensibles, suelo
investigar y no basarme exclusivamente en mi criterio y opinión; prefiero buscar
referencias sólidas, presentarlas en cifras y porcentajes debido a la importancia
que tienen.
Aun así, es crucial recordar que la violencia hacia
los hombres es real y, por desgracia, cada día más latente. Ellos también tienen miedo
de denunciar por vergüenza y, cuando se atreven a hacerlo, sufren señalamientos
y burlas; recordemos que, paradójicamente, nuestra cultura machista ha sido
heredada también por las mujeres.
Sé que no es común para ellos gritarlo a los cuatro vientos, pero los
hombres también experimentan vulnerabilidad y sufrimiento. El hecho es que el
ruido de fondo de la sociedad no les permite demostrarlo abiertamente. En el
club social de las apariencias, donde la fragilidad masculina se considera una muestra
de debilidad y se cuestiona la hombría ante cualquier muestra de sensibilidad,
el sufrimiento del cromosoma “Y” se queda en un absoluto y sepulcral silencio.
Esta presión para ocultar el dolor refleja una inversión de valores en materia
de cultura y sociedad que nos afecta a todos, lo admitamos o no.
Las mujeres, quienes históricamente han sido vistas como las únicas
víctimas, ahora nos hemos convertido en verdugos que, me atrevo a decir, sin pruebas,
pero con total convicción, somos quienes promovemos un ciclo de injusticia al
no reconocer la vulnerabilidad masculina. Quizás sea por rebeldía, venganza, o
sencillamente porque nos encanta llevar la contraria cuando nos sentimos
atacadas. ¡Triste realidad, el papel de villanas que no queríamos interpretar,
pero que nos encaja a la perfección!
Comunicación en las dinámicas de pareja
Cuando de emociones se trata, a diferencia de las mujeres, los hombres
no son un libro abierto; cuesta leerlos, de hecho, se vuelven herméticos. Desde
hace un tiempo he estado leyendo a la Psiquiatra española Marian Rojas Estapé y
escuchando su podcast, sus enseñanzas han sido fundamentales para gestionar mis
emociones. Ahora, retomando el tema, ella explica y cito literalmente:
“El hombre, cuando está mal, se aísla, necesita su soledad, sus
minutos, pensar lo que ha pasado; la mujer, cuando está mal, necesita hablar,
hablar, hablar, hablar. Entonces, los hombres, cuando ven mal a las mujeres, en
muchas ocasiones las dejan solas para que piensen como ellos harían, y la mujer
piensa que el hombre ya no la quiere. Entonces se produce un problema de comunicación
enorme”. (Rojas Estapé, 2023)
En mi opinión, este error en la comunicación es la raíz de todas
nuestras diferencias y problemas: no la ausencia de comunicación, como algunos
piensan. Sí nos comunicamos, solo que no de la misma manera; por eso nuestras
peleas parecen la Torre de Babel, y lo que es peor, no hay voluntad para
entender esa diferencia. La doctora Rojas también enfatiza que “la mujer necesita sentirse querida y el hombre necesita sentirse necesario”. (Rojas Estapé, 2023)
Aquí es aquí donde me cuestiono: ¿Cómo puede un hombre sentirse necesario en una época
en donde las mujeres han aprendido a ser independientes y autogestionarse? ¿Cómo hacerles entender que
solo necesitamos su afecto y apoyo emocional, cuando ellos han sido educados
para ser proveedores y al verse desplazados de ese rol, se sienten inútiles? Así
que este cuestionamiento también es para ustedes. Confío en que encuentren sus
propias respuestas; las mías me han llevado a entender y sanar fallas que ahora
reconozco.
En este contexto, es necesario entender que ellos también sienten y
sufren; así mismo, los rompimientos los afectan. Que no lo hagan de la misma
forma en que las mujeres lo hacemos no significa que no lo experimenten. Como mencioné
en un post anterior, nosotras tendemos a olvidar y superar dentro de la
relación; ellos lo hacen cuando todo se acaba. Dicen por ahí que, si en verdad
amaron, nunca, pero nunca, olvidan a esa mujer. Aunque, personalmente, en
leyendas urbanas y gnomos arrepentidos, poco creo. Lo que sí es cierto es que
nuestras hojas de ruta emocionales parecen similares, solo que nuestras
brújulas apuntan en direcciones opuestas. Y lo más irónico de todo esto es que,
para conservar la maravillosa dualidad, está bien que así sea.
Conclusiones: El baile de las
emociones
Finalmente, las expectativas y las dinámicas de poder
en las relaciones entre hombres y mujeres no son tan diferentes como se piensa,
ni tan distantes en cuanto a las emociones. Socialmente, estamos acostumbrados
a ver a los hombres como los villanos y a las mujeres como las víctimas, pero
el cuadro no está completamente terminado. No pretendo justificar a mi género,
pero hemos aprendido de los mejores maestros y, en algunos casos, hemos
superado las expectativas que los hombres imponían.
Hoy en día, resulta cada vez más común ver a algunas
mujeres asumiendo el rol de “bandidas” retiradas, pensionadas, e incluso
reincidentes, en respuesta a la percepción de que el arte de la traición es un
monopolio exclusivo de los hombres. Ese no era el guion original para nosotras,
pero, así como en la vida real, en la narrativa también nos reinventamos,
competimos (en una competencia absurda y descabellada tipo reality show) y
batimos récords, incluso en aspectos que no deberían ser motivo de orgullo,
como, por ejemplo, equipararnos con las acciones negativas de los hombres.
Así que, antes de lanzarnos juicios impulsivos,
recordemos que todos estamos en este escenario llamado existencia, aprendiendo
y evolucionando. A la larga, lo que importa es que sigamos cuestionando,
aprendiendo y, sobre todo, entendiendo que el contraste en nuestras relaciones forma
parte del encanto y la complejidad de la experiencia humana que nos complementa.
Después de todo, en el baile de las emociones hay diferentes ritmos y géneros más
allá de la simplificación y encasillamiento. Tal vez, cuando finalmente entendemos
que no todos los hombres son villanos y que no todas las mujeres somos víctimas
ni heroínas en el rol moderno, podamos descubrir que, en lugar de estar en una
guerra de estereotipos, estamos bailando juntos en una coreografía improvisada a
la que llamo el espectáculo diario de la vida.
Epílogo de despedida:
Ahora, piensen: En la coreografía de las relaciones y
las emociones, ¿cuáles serán sus pasos para mejorar el baile de la próxima
temporada? Y sí, no debería explicarlo, pero esto va para quienes llevan falda como
para quienes usan corbata; la pista es la misma para todos.
Ale Acosta
Contadora de profesión, especialista, magíster en proceso, twittera (en declive) y escritora de historias como método terapéutico.
Fuente
Rojas Estapé, M. (2023, 21 de marzo). El hombre
cuando está mal se aísla, necesita su soledad [Video]. TikTok. https://www.tiktok.com/@reinicia_tu_camino/video/7317655557270277381
Disclaimer: Las historias presentadas en este post se basan en hechos reales y experiencias compartidas por sus protagonistas y cuento con su autorización. Aunque he narrado sus relatos desde mi enfoque como contadora de historias, la interpretación de los eventos puede variar. No tengo la intención de hacer juicios sobre las personas involucradas, y cualquier opinión expresada es exclusivamente mía. Las situaciones descritas reflejan vivencias personales y no pretenden generalizar ni representar la realidad de todas las personas en circunstancias similares.
Ale, excelente escrito, sorprende la dinámica y variedad de situaciones con detalles que ponen a pensar y al final, creo que la comunicación es muy importante y evita, muchas veces, malos entendidos y hasta infidelias, pero, el ser humano es indescifrable y lo que si es seguro es que nadie es dueño de nadie, y que, ¡viva la libertad! Gracias y sigue escribiendo.
ResponderBorrarRodrigo es un gusto recibir tu saludo, reflexiones y motivacion, por acá seguire contando historias sobre las dinamicas de pareja y las emociones personales muy a mi estilo. Muchas gracias.
BorrarExcelente reflexión Ale, lamentablemente cuando se intercambian los roles a las mujeres empoderadas se les olvida el trato digno y de respeto hacia los hombres, en este caso a sus parejas. Por otra parte en la segunda historia quedé como "continuara" me hizo falta el final feliz.😊
ResponderBorrarATT.WW120 (tuiter)
Lyda mil gracias por tu apreciación. Tienes razon, no se si en parte se deba a la modernidad o al revanchismo, pero los roles entre hombres y mujeres cambiaron por completo. En cuanto a la segunda historia a veces el final feliz es el amor propio. Gracias por leerme
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