Lo
sé, ya vamos un poco más de la mitad de enero y yo aparezco con este post,
pero, sé que lo entenderán. Nadie está tan ocupado con la "nueva
vida" de este mes como para no poder leer algo diferente, ¿verdad?
De
la breve alegría…
Diciembre
es un mes mágico, donde todo parece brillar con más intensidad, desde las luces
navideñas hasta esas sonrisas que solo aparecen por compromiso. Es curioso cómo
hasta el ambiente cambia: el frío se siente menos helado, tal vez por los
alumbrados o por la multitud en las calles y centros comerciales. Y si hace
calor, se mezcla con una brisa fría que nos deja confundidos sobre qué clima
soportar y aun así, no importa. Incluso el tráfico, aunque caótico como
siempre, se vuelve ligeramente soportable… probablemente porque ya estamos
demasiado ocupados cantando villancicos para notarlo.
Los
rostros de las personas parecen más amables, pero aquí hago una pausa para
referirme a la siempre fría Bogotá. Y no, no hablo exactamente del clima. La
frialdad aquí es más de actitud que de temperatura, porque basta un día de
diciembre para que el “espíritu navideño” nos haga olvidar la
indiferencia típica, al menos por unas semanas. En fin, todo parece mejorar en
esta temporada… o solo nos convencemos que así es.
Como
todo, la alegría decembrina pasa demasiado rápido. Sin embargo, ese falso
sentimentalismo que la temporada imprime en corazones aturdidos parece
extenderse por exactamente treinta días. Y claro, mucha gente —incluyendo a
esos familiares que no te soportan—, embriagados por el espíritu navideño, de
repente quieren verte y pasar las fiestas contigo. Algo así como un falso
proceso de paz, con la impunidad descarada a la que estamos tan acostumbrados
en Colombia: el disfraz del amor, arrepentimiento y "no repetición" de
los pequeños crímenes cometidos hacia ti. Victimarios queriendo abrazar a sus
víctimas como si no hubieran dejado un caos monumental detrás, todo para
conseguir el conveniente perdón y olvido de sus fechorías. ¡Ay, las familias!
Tan llenas de contradicciones como el país mismo: caos por dentro, pero siempre
con la fachada perfecta para la foto.
Eso
sí, la magia decembrina es tan poderosa que esas pobres almas logran fingir,
durante todo el mes, que olvidaron los once meses anteriores en los que te
clavaron el puñal por la espalda con precisión de cirujano. Te destrozaron con
la dedicación de un programa de chismes, criticaron tus decisiones, cual dueños
de la moral y cuestionaron tu ropa y tu cabello, aun cuando ellos mismos no podrían
distinguir el estilo ni aunque se los mostraran con etiquetas de descuento.
Por
otra parte, esos amigos con los que siempre haces planes y nunca logras
concretar nada durante todo el año, de repente te presionan en diciembre para
que, al menos, compartan una salida. Una salida que, por cierto, debería ser
espontánea, pero que termina sintiéndose como una reunión obligatoria de
comité, en la que recapitulamos todos los planes fallidos y contamos nuestras
aventuras laborales y emocionales, como si estuviéramos en una especie de
confesionario grupal para ponernos al día, pero al final es lindo verlos.
Y
qué decir de las fiestas empresariales, esas a las que te ves prácticamente
obligado a asistir. Aunque, seamos honestos, nunca defraudan: siempre hay
alguien que, con unos tragos de más, decide revelar su verdadera personalidad.
Porque si algo tiene la Navidad, además de villancicos y luces, es esa
habilidad mágica de sacar lo mejor (o lo peor) de todos nosotros.
¡Oh,
Navidad, tesoro divino! ¿Por qué no duras más tiempo para que podamos seguir
disfrutando de estas pequeñas joyas de la naturaleza humana?
Créanme,
puedo entender las emociones desbordadas que ocasiona un mes con tres días de
fiestas, donde puedes compartir tiempo, novenas y regalos con tus seres queridos
o amigos. Lo que no puedo entender, ni mucho menos aceptar, es la idea de
quienes fingen ser otra persona solo porque es diciembre y el espíritu navideño
se apodera de ellos, mientras el resto del tiempo son una auténtica mierda
andante. Como mi vecina de piso que baja la mirada todo el año para evitar
responder mi saludo, pero en diciembre se pone una sonrisa escalofriante, como
si fuera la hermana desvivida y resucitada de
Papá Noel.
Gente
así debería, con urgencia, ir al psiquiatra para tratar ese trastorno de
personalidad o, si eso no les convence, buscar ayuda espiritual. Porque si van
a fingir redención, al menos que lo hagan de una forma creíble y continua, no
solo para cumplir con el calendario navideño.
Sin
embargo, no puedo quedarme solo con la crítica a los que se dejan llevar por
esta mascarada navideña. El falso entusiasmo decembrino es, en muchos casos, un
producto directo de las expectativas sociales. Es posible que estas se
encarguen de convertir esta temporada en una auténtica farsa de grandes
proporciones.
Todos
debemos ser felices, amables y generosos, no porque el calendario dice que es
lo que toca. Es como si, en diciembre, la presión social nos recordara que no
es suficiente sobrevivir el resto del año; ahora debemos también ser la versión
más pulida, perfecta y altruista de nosotros mismos.
Y
ojo, esto no es un reto de supervivencia. Para muchos, es un juego de
apariencias en el que deben: enmarcar la sonrisa, colocarse su mejor outfit,
ofrecer la cena más costosa y unirse a la gala que mide su felicidad por la
cantidad de fotos perfectas y reuniones sociales que puedan publicar en redes.
Porque,
si no lo haces, ¿cómo podrías vivir con el peso de no seguir las reglas no
escritas de la sociedad moderna, que exige que compartas hasta el más mínimo de
tus momentos íntimos? Solo para asegurarte de que no solo existes, sino que,
además, encajas.
Eso
sí, lo peor de todo es que, cuando el año nuevo llega, esa felicidad
obligatoria desaparece. Y, obvio, todos seguimos en la normalidad, solo que
ahora un poco más hinchados por tanta comida y alcohol.
Deberíamos
normalizar pasar la Navidad o Año Nuevo en pijama, viendo películas, riendo con
los hijos, mirando cómo se alegran al destapar sus regalos, recordando
historias con nuestros padres y disfrutando de esos momentos tranquilos en
familia. Nada de fiestas monumentales ni cenas de gala. Lo mismo de siempre,
pero sin la presión de "hacer más" solo porque es diciembre.
También
es válido disfrutar estas fechas en otro país o en algún pueblito, en short y
camiseta. Tal vez, solo tal vez, podríamos aprender de los gringos y hacer de
la Navidad una tradición más relajada.
No
digo que esté mal arreglarnos o producirnos en exceso para la fiesta o para
sentarnos en el sofá a compartir estas fechas especiales. Cada quien decide
cómo aguantar a la suegra o a la cuñada metiche que, con mirada de rayos X,
analiza la marca de tus zapatos y espera ansiosa que confieses el precio de tu
vestido y, de paso, juzga qué tan costosos fueron los regalos que diste. Pero
aquí va la bomba: cualquier cosa que decidas hacer no debería ser motivo de
juicio. Y mucho menos deberías sentirte menos festivo solo porque tu elección
no encaja con la tradición o las expectativas ajenas.
Porque,
sinceramente, ¿qué clase de sociedad juzga el valor de tu Navidad por cómo la
vives? Al final, la felicidad es tan subjetiva que, para muchos, lo que de
verdad importa en estas fechas es saber que el familiar que está en una clínica
está ganando la batalla de su enfermedad.
Así
que, disfruta como mejor te haga feliz. Y punto. Porque no todos tienen la
suerte de celebrar estas fechas rodeados de luces y regalos. Muchos deben
dormir para madrugar al día siguiente y trabajar, porque la vida no para.
El
calendario no se detiene, y esas expectativas navideñas siguen acechando, sin
dar tregua. La vida no se toma vacaciones, y la realidad no siempre es de
celebraciones.
Sin
embargo, no todo es tan gris. Diciembre tiene su encanto, y no puedo meter a
todos en el mismo costal, porque sí, hay familias que de verdad se aman. Esas
que se ayudan durante todo el año, cruzan océanos si es necesario y regresan a
casa en diciembre con mucho esfuerzo, como si fueran los protagonistas de una
película navideña cursi. Porque, seamos honestos, las velitas, la Navidad y el
Año Nuevo tal como se viven en nuestro país no tienen comparación.
Existen
familias y personas que se esfuerzan por compartir con sus padres, hijos y
hermanos, por decorar su hogar, por reunir a los suyos en medio del nacimiento
de Jesús y disfrutar juntos de tamales, hallacas o un sancocho. Todo como si el
encanto del momento fuera a solucionar todos los problemas.
Algunos
barrios se unen para decorar sus calles y compartir un canelazo con los vecinos
con los que solo se saludan a diario. En diciembre, también hay empresas que
premian la confianza y lealtad de sus empleados. Y, por supuesto, muchas
personas, tocadas por el espíritu navideño, piensan en los menos afortunados.
Les llevan mercados o les regalan dinero, arrancándoles una sonrisa que ilumina
incluso los días más difíciles.
Sí,
mis queridos lectores, hay amor, alegría y gratitud verdaderamente genuina en
la época decembrina. Aunque, yo empecé contándoles la otra cara de la moneda.
Siempre me ha gustado dejar lo bueno para el final, porque, después de todo,
muchos no se dejan llevar por la presión social, y eso, en una sociedad
descualquierada en valores como la nuestra, es toda una victoria.
Del
festejo a la realidad.
El
año nuevo ha llegado después de haber cantado "faltan cinco para las
doce" y brindar por el ausente, prometer dejar el pasado atrás, meterse
debajo de la mesa para conseguir pareja los próximos meses, tirar lentejas para
la prosperidad, brindar con champaña, pasar por la lloradita típica de las
mamás y tías, y, desde luego, que no falten las doce uvas imposibles de tragar.
Y, en mi caso, el mejor de los rituales: agradecer a Dios por el año que pasó y
pedirle sus bendiciones para el que está por comenzar, no tengo agüeros. Pero
por supuesto, el visión board ya lo hice, pero en versión
moderna: solo para mi móvil y PC, lo que me permite, sin duda alguna, ser más
eficiente con lo que quiero lograr... como si todo en la vida pudiera
solucionarse con unos recortes y algo de buena voluntad, dijo alguien que
critica este método. Pero, oye, si te ayuda a recordar a diario tus propósitos,
¿por qué no?
Enero
es como un bucle de lunes, eterno y aburrido, incluyendo la presión de las
promesas de cambios con las que finalizamos el año anterior, jurando que todo
cambiará. A eso, sumémosle el guayabo moral y económico que las fiestas dejaron
en nuestro bolsillo, y la nostalgia que aparece la segunda o tercera semana de
enero porque la gula y la vanidad fueron tus mayores pecados capitales por la
temporada decembrina, y, claramente, ya no te quedan excusas para seguir
cayendo en tentaciones.
Hay
quienes, durante las dos primeras semanas de enero, están en receso laboral y
aprovechan para irse de viaje. Pero, ¿por qué nadie habla de lo difícil que es
retomar el trabajo, el gimnasio, los estudios y, prácticamente, la vida misma
después de diciembre y las vacaciones? Esa transición a algunos nos cuesta, no
porque odiemos lo que hacemos o no queramos volver a la realidad, sino porque
el sofá, las cobijas y el relax de las fiestas no tienen competencia. El dulce
placer de no hacer nada es simplemente exquisito, incluso para aquellos como
yo, que siempre estamos buscando la forma de estar ocupados para no caer en la
desconexión y evitar pensamientos intrusos. Pero ¿quién no se rindió ante la
tentación de no hacer nada los primeros días de este mes?
Siempre
he pensado en enero como el mes de la venganza. Sí, aunque cumpla años, enero
tiene esa energía de cobrar todos los excesos que cometimos en diciembre. Es
como si el universo dijera: ¿De verdad pensaste que ibas a escapar de las
consecuencias? Cada segundo que pasa te recuerda lo que te costará.
Querías
productividad, y enero tiene una agenda apretada. Quieres retomar la vida
saludable y la idea de cuerpo fit, pues cuando regreses al gimnasio,
especialmente con la rutina de piernas, desearás no haberlo querido. ¡Prepárate
para que te tiemblen las piernas durante una semana, doy fe de ello! Y bueno,
para los que inician el mes con la promesa de iniciar por primera vez un
entrenamiento físico, esa motivación dura lo mismo que un meme: solo unos días.
Pronto verán cómo su membresía sigue intacta en febrero.
Pero
no importa, ¿verdad? Hicieron un buen intento, y en unos meses seguramente
retomarán con toda la energía de un viernes por la tarde. Mientras tanto, la
autoaceptación corporal formará parte de ese club exclusivo e imaginario al que
solo entras cuando decides que bajar esos kilos de más no es tan urgente como
pensabas.
Enero
es el mes de las dietas, pero sobre todo de las desintoxicaciones de
remordimiento. Obviamente, esas dietas mágicas que solemos seguir con fervor…
durante dos o tres días, porque, seamos honestos, ese es el límite de
sacrificio que podemos soportar. Pero al menos lo intentamos, ¿no?
Y
no entremos en la parte emocional de enero: guardar los adornos navideños, esos
que en diciembre colocamos con la emoción de quien cree haber encontrado su
propósito de vida. Ahora, en cambio, desmontarlos es casi como enterrar la
alegría y la energía que ya no tenemos.
Indiscutiblemente,
están las promesas de siempre. Como aquellos que cada año juran hacer un viaje
fuera del país, pero nunca se organizan ni ahorran lo suficiente para lograrlo,
aunque eso sí, siguen quejándose de lo aburridas que son sus vidas. A veces,
las promesas necesitan más que palabras; necesitan determinación.
No
olvidemos que los Reyes Magos llegan la primera semana de enero, y, como todo
en este mes, pasan desapercibidos. Como si llegar tarde y ser ignorados fuera
su sello distintivo. Enero cobra venganza, y tú, lo conviertes en culpable solo
por existir y aterrizarte.
Es
un mes que, curiosamente, te hace extrañar el caos de diciembre: el ruido, la
comida, las fiestas. Pero también es el mismo mes que te mete de nuevo en el
carril de las responsabilidades. Es como un pequeño y cruel golpe bajo de la
realidad, un recordatorio incómodo de que el año tiene un propósito… y no es
que tengamos muchas opciones más que seguir el camino, ¿verdad?
¡Gracias,
enero, por todo lo que nos haces vivir! Tu crueldad es proporcional a que
comienzas bajo el signo de Capricornio, y todos sabemos cómo logran convertir
cualquier tarea en una especie de desafío extremo, como si tuviéramos que
superar una maratón de obstáculos solo para llegar al fin de mes. Lo de ellos
es hacerlo lo más complicado posible, pero claro, siempre te entregan los
mejores resultados… aunque, desde luego, solo después de hacerte cuestionar si
realmente vale la pena.
¿Quién
necesita indicaciones cuando tienes a un Capricornio dictándote todo lo que
deberías hacer?
Sin
importar lo duro que parezca enero, es un nuevo comienzo para todos. Un
comienzo que se debe aprovechar... en lo posible, sin quejas y desde el
agradecimiento.
Porque sí, es cierto
que enero te arrastra de vuelta a la rutina, pero también te reconecta con
ella, como una relación tóxica de la que sabes que no puedes escapar.
Y
cuando ya estás a mitad de mes, el existencialismo de las post-fiestas pasa a
un segundo plano, y te sumerges en el existencialismo laboral. Ahí te das
cuenta de que no solo necesitas trabajo para sobrevivir, sino también para
mantener tus propósitos... y, en mi caso, para financiar esos caprichos que,
curiosamente, a lo largo del año siempre parecen una brillante idea.
En
definitiva, es un mes que se siente como de 40 días, pero no te preocupes, que
febrero es un mes corto.
Y
aunque en algún rincón de tu alma te dé un poco de nostalgia, recuerda: ¡es
solo otro ciclo que nos prepara para volver a soñar con las vacaciones de
Semana Santa y los próximos festivos, cargados de fiestas patronales y
religiosas que tanto disfrutamos en este país! Sin importar cómo esté de
quebrada la economía, el colombiano se caracteriza por su creatividad para
pasarla bien con poco dinero, así sus gobernantes digan que gracias a ellos
vivimos en el paraíso. ¡JA!
Así
que, no todo está perdido, ¿cierto? Enero pone todo en su lugar, pero también
nos ofrece un lienzo en blanco con 365 nuevas oportunidades para hacerlo todo
mejor, para reinventarnos, para olvidar las promesas rotas del año pasado y
escribirnos una nueva historia... o, al menos, dejar el alma en el intento.
La nostalgia y el lamento, francamente, ya no tienen cabida. Este enero, hagamos lo que nos dé la gana: sigamos nuestras propias reglas, o mejor aún, rompámoslas. ¿Qué más da? Al final, nadie trae manual de instrucciones para la vida, y lo que a mí me funciona, a otro le puede parecer absurdo. Dejemos de lado a esos que, con una superioridad moral alimentada por su propio ego, vienen a darte la solución a tus problemas, aunque su vida esté más jodida que la tuya.
Por
lo tanto, hagámoslo con más conciencia, más coraje y con la firme convicción de
que este 2025 sí será diferente… ¡Y si no lo es, al menos será una versión más
interesante de lo que solemos llamar normalidad, sin darnos tanto latigazo!
Y
como dijo Shakira en su canción Día de enero —un himno para
aquellos que creen que siempre hay una oportunidad para renacer—, porque, todos
necesitamos un recordatorio de que después de tanto drama, siempre llega la luz
(aunque nos cueste creerlo):
♫Voy a curarte el
alma en duelo,
Voy a dejarte como nuevo,
Y todo va a pasar.
Pronto verás el sol brillar,
Tú, más que nadie, mereces ser feliz.♫
Y
si no, pues... el sol siempre va a brillar. Solo tú, que me lees, decides
cuándo hacerlo brillar a tu favor.
Ale Acosta
Contadora de profesión,
especialista, magíster en proceso, twittera (en declive) y escritora de
historias como método terapéutico.
Disclaimer: Lo que acabas de leer es simplemente mi apreciación personal sobre las fiestas de diciembre y el comienzo del mes de enero, sus contrastes y todo lo que lo rodea. No son historias ajenas, sino una mirada crítica y personal sobre lo que, a mi parecer, sucede. Si te identificas, genial; si no, ¡también! Al final, es solo una opinión y no hay necesidad de sufrir por ello.
Gracias por esta palabras me encantó leer este mensaje tan lindo y donde vemos los contraste del día a día y como se vive en la época más bonita donde nos reunimos en familia y amigos y vivir momentos juntos de felicidad y amor y después llegar un mes y un nuevo año donde cada día tenemos que vivir con la realidad del tiempo y como se estan viviendo las cosas de crisis económica y desempleo pero con la ayuda de Dios saldremos adelante de momentos difíciles de antemano muchas gracias por estos mensajes Dios nos bendiga y que algún momento tengamos un verdadero camino de amor prosperidad pero sobre todo de paz y armonía
ResponderBorrar¡Hola! Muchas gracias por tomarte el tiempo de leer y compartir tu opinión. Es cierto que esta época nos permite reflexionar sobre los contrastes de la vida: la alegría de reunirnos con quienes queremos y, al mismo tiempo, la incertidumbre y los retos que nos trae el día a día.
BorrarEs importante recordar que, aunque los desafíos como la crisis económica y el desempleo están presentes, la esperanza y la fe nos ayudan a mantenernos fuertes. Sigamos buscando esos momentos de felicidad, amor y unión, porque al final son los que nos dan fuerzas para avanzar.
Te agradezco tus hermosas palabras. Que este nuevo año traiga para todos paz, prosperidad y, sobre todo, armonía. ¡Un abrazo grande y que Dios te bendiga!
Ale...me encantó triste y cruda realidad...aunque la hipocresía no va conmigo...para esas épocas navideñas a mi me llega mucho trabajo... también para compartir con mis hijos y mis mascotas ..por qué mi otra familia la sepulte en vida
ResponderBorrarGracias por compartir conmigo. Es cierto que las realidades pueden ser tristes y crudas, pero me alegra saber que encuentras momentos para disfrutar con tus hijos y tus mascotas, quienes son una familia verdadera. A veces, dejar atrás a quienes no suman es un acto de amor propio. Te envío un abrazo grande y mis mejores deseos en este nuevo comienzo que nos brinda el 2025.
BorrarMi bella Ale aplaudo con entusiasmo tu post, es como si me hubieras leído la mente. Llevo años pensando en esa hipocresía de un buen porcentaje de gente en época decembrina, familias, amigos, no tienen tiempo durante 364 días para una llamada una visita y de pronto en diciembre son lo máximo en atenciones detalles y demás no voy con la hipocresía, soy la misma cada día. Por lo tanto no soy de armar nada, ni prender ni apagar luces, desde mi amada soledad solo celebró el día de la virgen y hago mi novena con amor y devoción al niño Jesús, veo películas alusivas a la navidad acompañada de una copa de vino y un pedazo de queso, mi rutina dietaria es la misma, detesto ir a grandes aglomeraciones donde todos se aman, tienen sonrisa de propaganda de crema dental, aman incondicionalmente, Jajaja Jajaja Jajaja Jajaja Jajaja no voy con eso.
ResponderBorrarY si, enero es de los arrepentidos, los que tiraron la casa por la ventana y en enero están más pelados que sobaco de rana plataforma. 👏 👏 👏 👏 👏 👏 para ti por tan exquisitos post, y vivamos cada día del año como si fueran días de embriones. Abrazos mil.
Mi querida Glorita,
BorrarQué gusto leer tus palabras llenas de autenticidad y humor, como siempre. Coincido contigo en que la Navidad puede ser una mezcla de magia y mascarada, y esa claridad tuya de vivir cada día con coherencia y sencillez es algo admirable. Me identifico plenamente porque también vivo de la misma manera, valorando la honestidad y la esencia por encima de las apariencias.
Me encanta imaginarte disfrutando de tu novena con devoción, tu copa de vino, tu queso, y esas películas navideñas que seguro acompañan momentos de calma genuina. Es un contraste tan refrescante en medio de esa "sonrisa de propaganda de crema dental" que mencionas. (morí de la risa con ese comentario)
Y sí, enero es el mes donde los excesos decembrinos pasan factura, pero quienes abrazamos la realidad con humor siempre encontramos la forma de seguir adelante. Gracias por leerme, por tus palabras tan generosas y por ser parte de este pequeño espacio donde compartimos lo que pensamos y sentimos.
¡Un abrazo enorme y que cada día siga siendo tan auténtico como tú! ❤️
Abrazos mi Ale bella.
BorrarAle, me encantó, te felicito, escribes muy lindo y describiste la realidad
ResponderBorrarGracias y Dios te bendiga infinitamente 🙏
¡Muchísimas gracias! Me alegra un montón saber que te gustó y que logré transmitir la realidad de la historia. Palabras como las tuyas son un regalo y un recordatorio de que compartir estas reflexiones vale la pena. Dios te bendiga también, y que este año te traiga muchas bendiciones y momentos hermosos. ¡Un abrazo gigante!
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